Este año nos deja además la constatación de un riesgo del que las entidades ecologistas venían alertando desde hacía décadas: el de la energía nuclear. El accidente en la Central de Fukushima, ocurrido como consecuencia del tsunami que asoló la costa de Japón el 11 de marzo, ha sido catalogado como de nivel 7, igualando en gravedad al de Chernobil. Los daños a los reactores (6) de la central, provocaron la fusión de núcleos, la emisión de partículas a la atmósfera y la fuga de agua radiactiva al mar. El primer ministro japonés, que se vio obligado a dimitir por el accidente, lo calificó como “la peor tragedia desde la segunda guerra mundial” y dijo que reparar los daños alcanzaría un valor incalculable y llevaría décadas.
Frente a ello, las energías renovables siguen experimentando un fuerte desarrollo en todo el mundo convirtiéndose, no ya en una alternativa, sino en una opción realista para iniciar una transición energética hacia un modelo más limpio y seguro.
Y entre ellas cabe destacar por su solidez como fuente de energía primaria a la eólica, dispuesta a tomar el relevo a la nuclear, especialmente en nuestro país, dónde se ha convertido en una fuente imprescindible para atender la demanda eléctrica, superando en varias ocasiones durante el 2011 a la nuclear. No obstante el futuro de la eólica en nuestro país es muy incierto, como consecuencia de las trabas impuestas por el Ministro Sebastián con su famoso “decretazo”, que hace inviable cualquier inversión en el sector por la falta de garantías de retorno.
El debate sobre el modelo de gestión de residuos, si recogida selectiva a través de contenedores o depósito y retorno en el punto de venta, la lenta implantación del coche eléctrico o el avance de las especies invasoras agrediendo a nuestros ecosistemas y poniendo en jaque la naturaleza y la vida en el campo (como en el caso del avispón asiático) son otras de las cuestiones a destacar en materia de medio ambiente en un año que, como resumen final, ha supuesto un paso atrás y abre un tiempo de incertidumbre respecto a nuestro futuro, que es el del planeta y no el de los mercados financieros (por mucho que se nos insista en lo contrario).
