Por consulta de los oyentes, les recomiendo las novelas Libra, de John DeLillo (Seix Barral), y 22/11/63 (P&J y Debolsillo), de Stephen King.
Hemos comentado también dos novelas de un subgénero en alza, el thriller histórico, El asesinato de Pitágoras, de Marcos Chicot (Duomo ediciones) y El reverso de la fortuna, de Michael Ennis (Planeta).
Recupero de paso, los libros que comentamos el 1 de noviembre y que, por cuestiones personales, no estaban aún disponibles en la red. Se trata de El libro que tienes que leer antes de morirte, de Marta Sanmamed (Oberon), y El fin del poder, de Moisés Naím (Debate). Noviembre está siendo, pues, un mes en el que la no-ficción, de momento, vence a la ficción. El próximo día 29 compensaremos la cosa.
John Fitzgerald Kennedy. Discursos (1960-1963)
JFK (con él bastan estas tres letras) fue asesinado el 22 de noviembre de 1963. Quedaba así truncada una presidencia que había durado 1.036 días, desde el 20 de enero de 1960.
La primera de nuestras dos novedades kennedianas del programa es una obra que me ha deprimido “por comparación”.
Se trata de John Fitzgerald Kennedy. Discursos (1960-1963). Una presidencia para la historia. La selección, traducción, estudio, edición y notas son de Salvador Rus, profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos de la Universidad de León, además de profesor invitado en las universidades de Stanford y Berkeley (Estados Unidos) y de Göttingen, Humboldt y Bayreuth (Alemania). Lo ha editado Tecnos.
Decía que la lectura de este libro provoca un cierto estado depresivo si se comparan esos discursos con los de nuestros políticos. Y no sólo españoles. Son magníficos en su construcción y en su lenguaje, y oportunos y valientes en su contexto, aunque se pueda discrepar de alguno de ellos o seamos conscientes de la distancia que los separó, en muchos momentos, de la acción política
Una primera constatación. Aquellos discursos eran la expresión de la suma de muchos talentos. Al olfato político, inteligencia y carisma de JFK hay que añadirles el alto nivel profesional y académico de los redactores de los discursos de la Casa Blanca. La coordinación de aquel equipo de escritores recaía en un personaje de inteligencia superlativa llamado Ted Sorensen. Con 80 años, uno antes de morir, Sorensen le dio el toque final al brillante discurso con el que Barak Obama abrió su primera presidencia en 2009.
Segunda constatación. A diferencia de lo que hoy ocurre, JFK no eludía los temas espinosos y comprometidos. Al revés, los utilizaba para reforzar su imagen de valentía y sinceridad; que lo que proclamaba en algunas cuestiones se correspondiera o no con lo que en realidad sucedía en el Despacho Oval sería tema para otro libro.
Un ejemplo de manual. Su catolicismo podía echar atrás a muchos votantes en un país mayoritariamente protestante. Lejos de ocultarlo, JFK pronunció un discurso, en septiembre de 1960, en plena campaña electoral, en territorio enemigo: Houston (Texas), ante la Asociación Ministerial. No solo señaló la necesidad de separar Iglesia y Estado, sino que mostró cómo aquel debate estéril ocultaba los verdaderos problemas a los que debía hacer frente el país.
“Creo en unos Estados Unidos donde la separación entre Iglesia y Estado es absoluta, donde ningún sacerdote católico vaya a decirle al presidente, si resulta ser católico, como actuar, y ningún ministro protestante dirá a sus parroquianos a quién votar”, dijo entre otras muchas cosas que puedenver y escuchar aquí.
Tampoco solía retorcer los asuntos espinosos, creando palabras de esa neolengua política que se ha impuesto en casi todo el mundo durante los últimos años. Hablaba con claridad meridiana.
“El niño negro nacido en Estados Unidos hoy en día, independientemente de la parte del Estado en el que viene al mundo, tiene la mitad de probabilidades de terminar la escuela secundaria que un niño blanco nacido en el mismo lugar en el mismo día; un tercio de posibilidades de conseguir un título universitario, un tercio de posibilidades de convertirse en un profesional, y, en cambio, el doble de oportunidades de estar desempleado, alrededor de una séptima parte de probabilidades de ganar 10.000 dólares, una esperanza de vida de siete años menos, y todas las posibilidades de recibir como mucho un salario que es la mitad del de un blanco”.
Es un fragmento de la alocución televisiva, de junio de 1960, en defensa de los derechos civiles. Una de las veintidós piezas magníficas que recoge el libro, incluyendo, claro está, el histórico discurso en Berlín: “Ich bin ein Berliner”.
Salvador Rus, con buen criterio, ha reunido un conjunto que muestra la evolución del pensamiento kennediano desde el discurso de aceptación de la candidatura demócrata a la presidencia, en julio de 1960, hasta el que tenía previsto pronunciar en Dallas el día de su asesinato.
Esta edición cuenta con una primera parte biográfica sobre JFK y su carrera política, enmarcándola en la época, tanto en política nacional como internacional. Me ha parecido un tanto benévolo el retrato de la familia Kennedy y de la vida personal del presidente; destaca muy bien sus luces pero pasa de puntillas por muchas de sus sombras. De acuerdo, no era el objetivo del libro, pero no hubiera estado de más apuntarlas.
Obviamente, tienen mucho peso temas coyunturales como la Guerra Fría o la carrera espacial, pero Salvador Rus ha conseguido un delicado equilibrio con aquellos cuyo contenido es más intemporal y puede extrapolarse a la actualidad. Más depresión por comparación.
Por cierto, me sorprende que los nacionalistas catalanes no hayan echado mano, aún, del discurso pronunciado por JFK en el parlamento irlandés en junio de 1963; está plagado de referencias que les serían muy útiles. Ya ven, hay argumentos para debatir durante horas.
Cada discurso cuenta con una breve nota introductoria sobre el lugar y el momento, y una fotografía. La imagen de la portada, como pueden comprobar es acertadísima. Puestos a buscar un defecto a la edición, echo de menos un índice temático detallado, la posibilidad de buscar qué dijo JFK sobre determinada cuestión. Con las herramientas que facilitan los procesadores de texto me cuesta entenderlo. Hubiera sido la guinda a un muy buen volumen.
De todos modos, la lectura de John Fitsgerald Kennedy. Discursos (1960-1963) debería ser obligatoria para cualquier persona con un mínimo interés por la política. Nadie debería acceder a un puesto de responsabilidad sin leer las reflexiones del que fue, durante poco más de mil días, el hombre más poderoso del mundo.
JFK. Caso abierto
Los libros sobre el asesinato de JFK son una industria en sí mismos. Hay miles. Algunos no pasan de ser delirios conspiranoicos, pero otros ofrecen unos puntos de vista muy sólidos y una documentación tan exhaustiva que pueden abrir muchas dudas sobre lo que realmente pasó. A esa última categoría pertenece este extenso trabajo de un conocido reportero norteamericano.
JFK. Caso abierto, de Philip Shenon (Debate), no es, ni por ambición ni por contenido, un libro conspiranoico más. Está basado en una documentación exhaustiva –recogida en un muy buen apéndice de notas–, cientos de entrevistas y acceso a los supervivientes de la famosa Comisión Warren. Casi 750 páginas que resumen cinco años de trabajo.
En Estados Unidos fue publicado el pasado mes de octubre, por lo que el trabajo de traducción –encargada al equipo formado por Jorge Marín Mendoza, José Francisco Varela y Ana Marimón– ha sido ingente, complejo y realizado a gran velocidad para que la versión en español apareciera coincidiendo con el cincuentenario del magnicidio de Dallas. El trabajo, eso sí, contiene numerosas palabras y giros propios del español de América, una lengua cada vez más global. Quizás, si esta edición es solo para el mercado español, hubiera convenido un trabajo de edición posterior.
Shenon intenta responder a tres preguntas fundamentales:
- ¿Fue asesinado el presidente Kennedy por un único tirador?
- ¿Fue Harvey Lee Oswald víctima a su vez de una conspiración mayor?
- ¿Descubrió la Comisión Warren toda la verdad?
El autor, un veterano reportero del The New York Times, no ofrece una respuesta definitiva a las dos primeras preguntas pero, cuando se enfrenta a la tercera, la cosa cambia: la Comisión Warren, nos dice, estaba viciada desde el principio por luchas internas y por intereses políticos.
Revisando documentos desclasificados y entrevistando a los protagonistas supervivientes, Shenon demuestra que muchas pruebas fueron ocultadas o directamente destruidas por el FBI, la CIA o por personas con oscuros intereses políticos y económicos.
En origen, el libro debía ser un trabajo sobre la Comisión Warren y su papel en el caso, pero pronto encontró líneas de investigación que lo condujeron a México, en una historia fascinante en la que se mezclan jóvenes atractivas dispuestas a todo por sus ideas, espías cubanos, mercenarios a sueldo de intereses de la zona, espías cubanos y agentes dobles. Y personajes conocidos de la vida social, cultural –por ahí anda la esposa de Octavio Paz– y política mexicana.
El inicio del libro nos muestra un episodio que es casi una premonición de lo que ocurrió después: el patólogo de la Armada que realizó la autopsia a JFK quemó todas sus notas en cuanto estuvo a solas en su casa. ¿Por qué?
Y a partir de ahí, surge un crescendo de preguntas sin respuesta. Algunos episodios son sabidos –los hemos visto en la famosa película JFK, de Oliver Stone, basada en un apasionante libro del fiscal Jim Garrison, publicado en España por ediciones B– pero otros son mucho menos conocidos, cuando no inéditos, como el ostracismo al que fue condenado el diplomático que alertó al Secretario de Estado sobre la pista mexicana. De nuevo, ¿por qué?
La lectura es apasionante y puede ser apasionada. Se lee como un thriller que contiene todo cuanto puede mantenerte atado a la butaca: secretos inconfesables, guerra sucia, espías con excesivo poder, mafias cabreadas, asesinatos políticos chapuceros y un montón de historias que darían para hablar –y mucho– sobre realidad y verosimilitud. La selección fotográfica, a cargo de Laura Wyss, es magnífica.
Dos thrillers históricos
La novela histórica es uno de los géneros que mejor está funcionando estos últimos años. Una de sus variantes es el thriller protagonizado por personajes históricos que se convierten en improvisados detectives o en víctimas ilustres de alguna conspiración criminal. El resultado suele ser una mezcla de erudición, reconstrucción histórica y tramas emocionantes. Dado que su objetivo no es arrojar luz académica sobre un episodio concreto del pasado, se les perdona algunos anacronismos. En este subgénero, a veces hay que sacrificar algo de rigor histórico para conseguir un conjunto más atractivo para el lector que busca, sobre todo, desconectar durante unas horas de los problemas cotidianos.
El asesinato de Pitágoras, de Marcos Chicot (Duomo ediciones), es una novela muy emocionante y muy divertida. El autor consigue un conjunto atractivo con elementos de mucha fuerza que, si no se mezclan bien, pueden dar lugar a un pastiche indigesto.
Tiene enigmas de esos que parecen escapar al entendimiento humano, misterios en el sentido terrenal y una reconstrucción histórica cuidada en la que se mueven unos atractivos personajes reales y de ficción.
Los protagonistas son una pareja que entra de lleno en lo que les comentaba antes sobre el rigor, pero que se hacen imprescindibles para dar dinamismo al conjunto: un investigador egipcio, Akenón, y una misteriosa mujer, Ariadna.
Arranca cuando en el 510 a. C. Pitágoras se dispone a buscar un sucesor y empiezan a producirse extraños crímenes en su comunidad.
El reverso de la fortuna, de Michael Ennis (Planeta), está menos logrado pero es también muy divertido. En este caso, el planteamiento supera al desarrollo.
El punto de partida es el asesinato de Juan Borgia, hijo del Papa Alejandro, el primero de una serie de sucesos sangrientos que sacuden aquella Italia renacentista.
Se huele que detrás de los crímenes hay algo más y dos investigadores se ponen en marcha: ¡Leonardo da Vinci y Nicolás Maquiavelo! En su investigación, tropiezan con una mujer, Damiata, que da bastante juego.
Para darle un mayor empaque al conjunto, el autor juega con supuestos elementos que Maquiavelo incluiría después en El Príncipe.
La novela se divide en dos partes de las que la primera es la más interesante.
Aquí yace... o no
Nuestro Territorio Comanche anterior, coincidió con el día de Todos los Santos, vigilia del de los Fieles Difuntos, dos jornadas marcadas por el recuerdo a quienes han muerto y descansan en los cementerios.
Todo cuanto rodea a la muerte forma un mundo en sí mismo, con su etiqueta social, sus ritos... y su arte. Muchos cementerios son inmensos museos al aire libre que nos acerca un libro que trata sobre la cuestión desde un punto de vista novedoso y muy divertido.
Aquí yace... o no. El libro que tienes que leer antes de morirte, de Marta Sanmamed (Oberon), resulta ser, curiosamente, un canto a la vida, puesto que trata tanto de la muerte como de la existencia de quienes yacen en las tumbas monumentales repartidas por toda nuestra geografía.
Es una lectura ágil –recomendable no solo en días de duelo– y ofrece un toque cultural muy interesante. Marta Sanmamed es artista plástica y eso se nota; además, no es un encargo ad hoc, está interesada en el tema desde hace años y mantiene un portal en Internet, pervive.com, que se presenta como una red social para mantener vivo el recuerdo de los difuntos..
La autora nos propone un recorrido por los cementerios en un sentido muy amplio. No solo trata de tumbas monumentales, que es la base, también recoge muestras destacadas de lo que podríamos llamar arte funerario, desde ramos de flores a carrozas, pasando por epitafios, textos grabados en lápidas, coincidencias... y –resulta una lectura muy interesante– la investigación sobre lo que hay tras algunos de esos mensajes fúnebres: quién y por qué. De paso, narra alguna muerte estúpida.
Sanmamed muestra, de paso, la Cara B de hechos funerarios, como lo que implica el lanzamiento de cenizas en determinados lugares; en algunos pantanos, por ejemplo han tenido problemas graves con las urnas –sí, hay quien lanza las cenizas con urna y todo–.
El libro rehúye el formato de guía turística para convertirse, más bien, en un largo reportaje sobre la muerte, aderezado con consejos sobre lugares que visitar y sus elementos arquitectónicos y artísticos más destacados.
Hay historias francamente divertidas ––pese al tema como los rumores que circulan sobre una misteriosa esquela que cada año se publica en El País y que solo podría entender la difunta Elenita a quien está dedicada. Se han creado varias leyendas urbanas que van desde claves sectarias a comunicación entre agentes secretos.
El fin del poder
De un tiempo a esta parte, hemos tenido muchas muestras de la transformación del poder. Hay ejemplos muy recientes que enmarcan cuanto nos explica este libro.
No es necesario retroceder mucho.
Veamos dos hechos muy comentados en el último mes y medio. Por un lado, está el asunto del espionaje internacional, que ha convertido a los servicios secretos –y no solo a los norteamericanos– en estados dentro de los estados. Por otro lado, se ha publicado la lista de los más ricos de España, cuyas fortunas personales multiplican varias veces los presupuestos de ministerios como el de sanidad.
Ellos forman otro poder.
Un ejemplo más. En Julia en la Onda contamos con la colaboración de change.org, una de las nuevas organizaciones que, articuladas alrededor de Internet, ofrecen una alternativa a los poderes clásicos.
El poder es el gran tema de este magnífico libro de Moisés Naím. Mejor dicho, El fin del poder–que es su título–, editado por Debate con traducción de María Luis Rodríguez Tapia. La edición original en inglés apareció en marzo de este año.
El larguísimo subtítulo da algunas claves de la tesis de Naím: Empresas que se hunden, militares derrotados, papas que renuncian y gobiernos impotentes.
Es uno de los libros más estimulantes que he leído últimamente, por el análisis que realiza sobre la situación actual en el mundo a partir de algo tan intangible y a la vez tan real como es el poder.
Para ese análisis, el autor parte de una triple revolución:
1.Revolución demográfica, en la que la población se ha multiplicado hasta sobrepasar los medios clásicos de control.
2.Revolución en la movilidad, por la que se producen grandes movimientos migratorios internos y externos, en especial del campo a la ciudad y de países pobres a países ricos.
3.Revolución de la mentalidad, con una transformación de los valores y de las expectativas.
Aunque el título es espectacular, El fin del poder, el libro trata, en realidad, sobre el deterioro del poder clásico en todos los ámbitos.
En lo político, con el surgimiento de fuertes minorías con capacidad para bloquear la acción de gobierno aunque no lleguen a él, como el teaparty norteamericano.
En lo militar, con la irrupción de fuerzas irregulares que ponen en jaque a los mejores ejércitos del mundo, o la militarización de bandas que desafían a los estados, como los cárteles de la droga mejicanos o los piratas somalíes.
En el campo económico, destaca el hundimiento de empresas gigantescas que hace unos pocos años creíamos monolíticas, Kodak, IBM... y el surgimiento de pequeñas empresas que en poco tiempo se convierten en mil millonarias.
En el ámbito religioso, Naím analiza la irrupción de nuevas iglesias evangélicas, pentecostales y carismáticas en competencia con las tradicionales.
Julia Otero realizó una magnífica entrevista a Naím, que les incluyo en este enlace y que resume, mejor de lo que podría hacer yo, cuanto el autor nos quiere explicar.