Osamu Tezuka nació en 1928 en Toyonaka (Osaka) y desde muy jovencito cultivó el amor por el dibujo gracias a la pasión por los mangas de su padre. A pesar de ser llamado a filas por su país en la Segunda Guerra Mundial, nunca dejó de dibujar y a los 18 años debutó con su primera tira cómica en un diario local. Poco tiempo después vendrían La nueva isla del tesoro y El mundo Perdido, con las que obtendría fama a nivel nacional. A pesar de licenciarse como médico nunca ejerció esta profesión y toda su vida giró en torno al manga y al anime. Los años cincuenta suponen su consagración a nivel mundial con las series Kimba, el león blanco y, sobre todo, Astro Boy en 1952, que se convirtió en serie animada, cuando en 1961 creó su propia productora Mushi Productions. Con el éxito de ésta y otras series de facturación propia, otras compañías empezaron a copiar sus propuestas y pronto la parrilla de TV se vio inundada de series animadas. Voilà, había nacido el anime. Durante esta década comenzó lo que sería su obra cumbre (o eso dicen) El Fénix, que terminó de publicarse en 1988. Esta obra quedaría inconclusa debido a su fallecimiento aunque debido a sus diferentes arcos argumentales pueden darse por cerrados muchos de ellos. Más tarde se publicaron Black Jack,Buda, Adolf, Ludwing B y así hasta cerca de 700 títulos o lo que es lo mismo, 170.000 páginas, con más de 1.000 personajes diferentes y unas 14 series de TV, 36 cortometrajes y 23 largos.
Pero no sólo por la calidad y extensión de su prolífica obra se le conoce como el ‘dios del manga’. Tezuka, sentó una serie de bases que hoy en día son elementos inseparables del manga. ¿Sabían que gracias a su devoción por los dibujos de la Disney, fue el primero en dibujar esos ojazos tan característicos del manga? ¿O que fue el primero en dotar de esas melenas multicolores a sus personajes? ¿O en escribir un manga con su presentación, nudo y desenlace porque antes de él, el manga sólo se limitaba a pequeñas tiras en periódicos? En fin, un genio en toda la amplitud de la palabra con sus momentazos frikis (era presidente del club de fans de Superman en Japón), sus neuras (le dio calabazas a Kubrick cuando éste le propuso ser su director artístico en 2001: Una odisea en el espacio. Por lo visto, cuando el primero acabó de leer Astro Boy, quedó tan fascinado que quiso incorporarle a su equipo de inmediato. Por desgracia, abandonar Japón largas temporadas no estaba entre sus planes) y su lado oscuro (a pesar de su admiración por la Disney, no dudó ni un instante en llevarlo a juicio y ganarlo cuando vio los ‘parecidos sospechosos’ de El rey león con su Jungle Taitei, aquí traducido para más coña como Kimba, el león blanco.
Sin embargo, con independencia de sus innovaciones técnicas y gráficas, si por algo se caracteriza este filántropo del noveno arte es por el mensaje atemporal con el que salpica toda su obra. Una reflexión sobre el mundo y esa capacidad innata y estúpida que tenemos los humanos de acabar con él. Destruyendo toda posibilidad de crear un lugar mejor para las futuras generaciones, de amar la vida y lo que nos rodea. Y es que este tipo tiene la extraña virtud de despertar en el lector esa sensación de angustia: ¿Qué cojones estamos haciendo? ¿Por qué lo complicamos todo? Desgraciadamente, un cáncer de estómago se lo llevó con tan sólo 60 años en febrero de 1989. Por suerte, su legado seguirá agitando conciencias. Amén.
Lo que necesitas esamor
El protagonista de ‘La canción de Apolo’ es Shogo, un joven problemático con un trauma infantil por el que siente un profundo rechazo por toda manifestación de amor. En manos de profesionales le aplicarán los últimos avances y técnicas para poder recuperarle como miembro productivo de la sociedad, antes de que su odio le conduzca al asesinato. Para darle más chicha al asunto, al inicio de este viaje al subconsciente, a Shogo se le aparecerá una diosa (deducimos que Afrodita) que le maldecirá por sus malos actos condenándole a enamorarse en bucle de la persona equivocada.
A través de diferentes episodios irá descubriendo por sí mismo la necesidad que el ser humano tiene de amar: un aprendizaje lleno de crudeza y dolor, todo sea dicho. Paradójicamente, aunque es una obra plagada de sexo y violencia, detrás de cada golpe, muerte o asesinato está el pesimismo, sí, pero también el amor e incluso la esperanza.
Edición Original:Apollo no uta
Editorial: ECC Cómics
Dibujo y Guión: Osamu Tezuka
Formato: Rústica, 544 págs. B/N
Precio: 25 €