“Siempre me pregunté por qué no lo había hecho nadie antes que yo. O sea, con todas esas pelis y series de televisión de tebeos, uno diría que al menos un solitario excéntrico se habría cosido un disfraz (...) Vamos sé sincero contigo mismo. Todos hemos pensado en ser un superhéroe en algún momento de nuestras vidas”. Así es como comenzaba el primer número de Kick-Ass, una historia que conectó desde el primer momento con el público precisamente porque fantaseaba con algo con lo que todo friki ha soñado: cómo sería salir a repartir justicia por mi cuenta y, sobre todo, cómo sería mi traje de súper.
Pero claro, una cosa es fantasear con la posibilidad de convertir un chándal en un disfraz de súper, y otra es salir a la calle a partirse la cara con la gente chunga. Y si algo tiene Millar, es que refleja esto muy bien. También en esta tercera entrega. La historia arranca con Mindy encerrada en una prisión de máxima seguridad, y con Dave en la calle tratando de seguir un riguroso entrenamiento que le permita llevar a cabo el plan trazado para sacar a Hit Girl de prisión. Pero no será fácil. Por más que lo intenta, a Dave le pasa lo mismo que a muchos de nosotros: que las obligaciones del día a día no le permiten dedicar “al asunto” tanto tiempo como quisiera. Vamos, que lo vas dejando, lo vas dejando, y cuando te das cuenta...
Y es que esta es una de las características de este tercer tomo. Que recupera el realismo de la primera entrega, ese que enganchó a tanta gente, y que se perdió en parte con la locura sangrienta de Kick-Ass 2. La tercera entrega es más real porque, entre otras cosas, tiene un villano más creíble. Se trata del tío de Red Mist -el HijoPuta después- que es un mafioso siciliano de los chungos, chungos de verdad. Un tipo que quiere aprovechar el momento para juntar a las bandas de la Costa Este y convertirse en el jefe de todas ellas. Y todo con un cuerpo policial cargado de corruptos que, qué quieren que les diga, también aporta realismo a la trama.
Más real es también el proceso que está viviendo Dave. Nuestro protagonista crece, se hace mayor y poco a poco va descubriendo que sus necesidades vitales cambian. Que ya no necesita salir a la calle a jugarse la vida para sentirse vivo, que ya no le hace falta el reconocimiento de todo el mundo para sentirse bien consigo mismo. Vamos, que madura. Y ese es un proceso que a uno, ya entrado en años, pues le hace sentirse más cercano a la historia.
Sobre el trabajo de John Romita Jr en los pinceles, ya dije al hablar de la segunda entrega no me gustan las desproporciones de sus dibujos, que es algo que me despista mucho en la lectura. Pero hay que reconocer que este tipo tiene un talento innato para dotar de acción a sus viñetas, y dotarlas del punto gore que ha caracterizado a la saga. El propio dibujante ha dicho que “este proyecto ha sido lo más divertido que puede llegar a hacer una persona sin llegar a quitarse la ropa”. Y se nota. Que se lo ha pasado bien dibujando, digo.
En definitiva, si os gustó la primera entrega de Kick-Ass pero la segunda entrega os hizo torcer el gesto, desde aquí creemos que la tercera os reconciliará con la saga. Y si no habéis leído ningún número, os animamos a que empecéis con la tranquilidad de saber que el final no defrauda. Un final que, por cierto, no termina de ser definitivo. Dave ha madurado y puede que sus prioridades hayan cambiado, pero siempre puede haber alguien que se anime a dar el paso porque, al fin y al cabo, todos hemos pensado en ser un superhéroe en algún momento de nuestras vidas.
Edición original:Kick-Ass 3
Publica: Panini Cómics
Guión: Mark Millar
Dibujo: John Romita Jr.
Formato: Libro en tapa dura, 248 págs. Color.
Precio: 19.95 €