Escribo estas líneas en el Día Internacional del Libro. Un día que, sin duda alguna, es de los más bonitos del año. Las calles de Barcelona se llenan de libros y de rosas, empieza la Feria del Libro en Buenos Aires y, durante unas horas, ese olor a papel, que a muchos nos transporta a un mundo feliz, sustituye al de los tubos de escape en muchas ciudades.
Pero, además, podemos saber si el papel de nuestros libros procede de bosques bien gestionados.
Si nos fijamos en la página de los créditos, muchas veces encontramos unos sellos que garantizan la sostenibilidad de las explotaciones forestales. ¿Podemos estar seguros de que esta certificación funciona? Las evaluaciones científicas independientes son por lo general positivas aunque, como veremos a continuación, con matices importantes.
El origen de la certificación
Los programas de certificación forestal surgen tras la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992. La deforestación tropical fue uno de los ejes centrales de aquel encuentro. Algunas entidades ecologistas y otros agentes forestales se sintieron defraudados porque no se alcanzó ningún acuerdo global vinculante para frenar la deforestación tropical.
Como respuesta a ese fiasco, distintas entidades privadas promovieron en los años siguientes programas de certificación como el Consejo de Administración Forestal (FSC, por sus siglas en inglés), que es auspiciado por organizaciones ecologistas, y el precursor de lo que hoy llamamos Programa por el Reconocimiento de la Certificación Forestal (PEFC), promovido por el sector productivo.
Esta certificación pretende crear un mercado voluntario para verificar que la madera procede de la gestión sostenible de los bosques. Así las cosas, el consumidor paga un poco más por un producto, pero puede estar seguro de que ha sido obtenido bajo unas condiciones dignas desde los puntos de vista ambiental, social y económico.
En la actualidad, PEFC es el sistema de certificación más expandido a nivel global: cubre 295 millones de hectáreas (algo superior a la superficie de Argentina), el 71 % de todos los bosques certificados.
Cómo obtener el sello
PEFC y FSC tienen una serie de estándares globales pero, a nivel nacional, la implantación difiere ligeramente de país a país. En España, por ejemplo, los criterios que rigen a la certificación PEFC vienen determinados por la norma UNE 162.002, publicada en el Boletín Oficial del Estado.
Esta norma, al igual que las otras UNE, se discute en un comité técnico de normalización. Los criterios se revisan periódicamente, de forma abierta y transparente, y en la revisión participan todas las partes interesadas, incluyendo a propietarios, administración, oenegés, industria, sindicatos, academia, etc. Los criterios se aprueban por consenso.
Esta normativa no solo busca garantizar que el bosque aprovechado persistirá a lo largo del tiempo, sino que lo hará con un buen estado de salud. Para ello, se incluyen distintos indicadores que giran en torno a seis ejes principales: la biodiversidad, las funciones productivas, la mitigación del cambio climático, la salud y vitalidad de los bosques, sus funciones protectoras y los aspectos socioeconómicos.
Los propietarios forestales pueden, de forma voluntaria y pasando por caja, solicitar la certificación. Si pasan la auditoría y logran la certificación, se revaloriza su producto. Dicen que no se puede ser juez y parte y, en este caso, se cumple dado que no son los esquemas de certificación (como PEFC) quienes auditan, sino entidades independientes que han sido acreditadas a tal efecto.
No todas las certificaciones son iguales
Existen muchos artículos científicos que muestran que los bosques certificados, ya sea por FSC o PEFC, están en mejor estado de conservación que aquellos que carecen del sello.
Además, el consumidor interesado en la trazabilidad del papel del libro, o de cualquier otro producto forestal certificado, puede introducir en la web de la entidad certificadora correspondiente el código que aparece en el sello para conocer más detalles sobre la procedencia de la madera.
Ahora bien, en ocasiones, ciertos tipos de certificación pueden dar lugar a malentendidos, ya que existen diferentes acreditaciones y unas son más exigentes que otras. Por ejemplo, el sello FSCMixto indica que procede de masas forestales controladas, pero no de bosques certificados.
¿Sirven para reducir la deforestación tropical?
La gestión forestal se ha convertido en un chivo expiatorio del problema de la deforestación tropical. En contra del imaginario colectivo, ni la gestión forestal ni las explotaciones madereras se encuentran entre los principales agentes que inducen deforestación.
Entre el 75 % y el 90 % –la cifra varía según la fuente– de los casos de deforestación están asociados a los incendios y a la roturación del terreno y su transformación en uso agrícola o minero. Esto es, la creación de pastos y los cultivos de aceite de palma, soja, cereales, cacao, café y caucho son los principales agentes deforestadores.
La certificación forestal, por tanto, no puede solucionar el problema de la deforestación, ya que esta no se deriva de la gestión forestal.
Estudios recientes indican que la deforestación tropical aumenta en los alrededores de bosques certificados. Aún no entendemos muy bien por qué, pero tal vez se deba a que la gestión de bosques certificados requiere de la apertura de pistas, algo que puede facilitar el acceso a las empresas deforestadoras.
Por otro lado, sería deseable que las entidades certificadoras dispusieran de bases cartográficas de acceso abierto para consultar las áreas certificadas a nivel global y poder así realizar evaluaciones todavía más exhaustivas.
La madera es la arteria de la historia de la humanidad
Sin gestión forestal sostenible no tendríamos historia. El desarrollo del papiro, del papel y, hasta cierto punto, del pergamino, solo fueron posibles tras los primeros avances en la ciencia forestal. Sin la ciencia y tecnología forestales, la memoria de la humanidad hubiera quedado encorsetada en tablillas como las sumerias.
Disfrute del Día del Libro, y celebremos también que la ciencia forestal nos aporta la sabiduría necesaria para producir papel sin dañar el medio ambiente.
Víctor Resco de Dios, Profesor de ingeniería forestal y cambio global, Universitat de Lleida
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.