Se fue la "bruja" más querida: Terele Pávez, "una barbaridad" de actriz
Ha muerto Terele Pávez, la "bruja" más querida del cine español, probablemente la actriz de carácter más apreciada de la profesión. Ha muerto una "barbaridad" de actriz, como la ha definido su compañera Carmen Machi, y un referente para todos que debía a Álex de la Iglesia su segunda juventud cinéfila.
"Terele es una barbaridad de actriz, no la hay como ella, hace que todo sea posible, para mi es un referente", decía de ella Machi que compartió con Pávez una de las últimas cintas en las que se pudo ver a la septuagenaria en plena ebullición, "La puerta abierta", de Marina Seresesky, donde ambas interpretaban a dos prostitutas, madre e hija.
Quedará para siempre en el imaginario popular su inolvidable Régula de "Los santos inocentes", que, según contaba, le hizo ganar "un hermano", el actor Paco Rabal, irrepetible, como ella, en el papel de Azarías, o la Celestina, de "La Celestina", con una jovencísima Penélope Cruz como Melibea.
Pero su Goya se lo dio la enorme Maritxu de "Las Brujas de Zugarramurdi", de nuevo, con su talismán, su amigo, Álex de la Iglesia, que hoy colgaba en su cuenta de Twitter una preciosa foto de Terele, joven y sonriente, como despedida, todo amor.
Se conocieron en 1995 cuando De la Iglesia contactó con ella, que entonces no tenía trabajo, y se cayeron bien: los dos eran zurdos y de Bilbao y compartían sentido del humor. Luego fueron coincidiendo en otros proyectos, en realidad, el vasco contó con ella en siete de sus catorce largometrajes, de "La Comunidad", a "800 balas", pasando por "Mi gran noche" o "El bar", donde volvió a coincidir con Carmen Machi.
"Ser actor es una cosa extraña, un misterio. Eres un poco médium, dices cosas que te sorprendes a ti misma, que no sabes de dónde salen", decía a Efe la actriz en una de sus últimas entrevistas.
Últimamente, la de Bilbao se quejaba, con su voz cavernosa y cálida como pocas, de sus "achaques". Cuando no era una cosa, era otra, decía, pero siempre acudía cuando se requería su presencia.
Con lágrimas y un profundo afecto, agradeció Pávez que los informadores de cine la hubieran elegido para concederle el primer premio de la historia de los Feroz; le hizo muchísima ilusión.
Trabajó con los mejores, desde Mario Camús a Luis García Berlanga, a Bigas Luna, pasando por Mariano Ozores, José Luis Cuerda o Vicente Aranda, pero siempre como secundaria, o actriz de reparto, papeles que le procuraron hasta seis nominaciones al Goya, pero también estuvo en todos los cortos (más de diez en los últimos ocho años) y nunca dijo no a una ópera prima.
Inquieta, más joven que los jóvenes, inagotable trabajadora, era capaz de transformarse en instantes, los que le pudieran llevar subir a un escenario, de anciana dolorida en brillante protagonista de cualquier evento que la requiriera como dama del cine, o del teatro.
Pávez fue una joven bellísima. Con algo más de veinte años representó con gran éxito "La casa de las chivas", de Jaime Salom, que le valió los premios Minerva de Plata, del Círculo de Bellas Artes, y el de la Crítica de Barcelona.
Para el recuerdo, también, la obra de Onetti "Madre caballo" (1997), adaptación de la 'bretchiana' "Madre coraje" que supuso el regreso de la actriz a los escenarios tras 16 años de ausencia, o su "Fedra" (1982) en el Teatro Romano de Mérida.
Recientemente ha regresado también a la tele, en series como "Cuéntame cómo pasó" o "Buscando el norte", y a la radio, donde en los últimos meses ha sido una de las voces protagonistas de la ficción sonora "El gran apagón", de Podium Podcast.
Su muerte a los 78 años ha cogido por sorpresa a la profesión y a sus seguidores, quienes, al menos, aún podrán disfrutarla en las producciones que deja terminadas y por estrenar: "Caribe Mix", el debut del productor Miguel García de la Calera, "¡Ay, mi madre!", ópera prima de Frank Ariza, además de "La noche después de que mi novia me dejara", del argentino Fernando Ronchese.
La "jubilada con pensión" que decía ser, no escondió nunca su afinidad con la ideología de izquierdas, fue una "zurda arregladita", porque -contaba- de pequeña no le dejaron escribir con su mano izquierda y le enseñaron a coger el lápiz con la derecha. Y eso, que fue muy duro, la marcó de por vida.
La intérprete ha fallecido a causa de un derrame cerebral en el madrileño Hospital de La Paz, tenía 78 años y, si por ella hubiera sido, mucho cine por rodar.