Luces, música y tres tipos en escena. Raúl (Santiago Ramos), Javilo (Alfonso Lara) y César (Fernando Cayo). El primero, se ha puesto como objetivo poner fin a su vida en un año; o eso dice. El segundo, necesita un trasplante urgente de páncreas o no llegará al año siguiente; o eso dice. Y, el tercero, tiene un plan "solidario" –o eso dice- para que los proyectos y necesidades de sus dos amigos converjan.
A partir de ahí, el público irá descubriendo motivaciones ocultas y miserias en el proyecto de cada uno de estos personajes: "son tres hombres –que no es habitual- hablando de sus emocionalidades tan profundamente: de su falta de estima, de problemas familiares… tres tipos muy faltos de afecto real. Por eso están tan unidos y eso marca el gran objetivo de los tres", declara Fernando Cayo.
Rául, Javilo y César se irán cuestionando sus propios porqués a medida que avanza la obra: "lo bonito de Páncreas es que hace preguntas… Te las arrojas mientras ensayas… y el público igual", añade Alfonso Lara. Preguntas como: ¿qué serías capaz de sacrificar por el bien de un amigo? O ¿hasta dónde compensa la mentira? Todo ello, inmerso en una atmósfera "dickensiana" (en palabras de Lara) a la que contribuyen luz, vestuario y sonido. Y, al final, nada saldrá como planearon porque, como dice Javilo en escena, "todo lo que puede suceder acaba tarde o temprano sucediendo".
En cuanto al verso, los tres actores y Concha Busto, co-productora de la función junto al Centro Dramático Nacional, coinciden en que es un valor añadido. "Va desde lo exquisito a lo gamberro y eso hace que el espectáculo sea festivo. Se crea una comunidad de gente riéndose", describe Santiago Ramos. Alfonso Lara va más allá: "es casi obligatorio que Páncreas sea en verso porque la propuesta estética que ha creado Juan Carlos y todos los aspectos de la producción tienen una voluntad deliberada de ser elegante". Y Fernando Cayo ensalza las referencias literarias, que resultarán familiares al espectador: "enlaza con La venganza de Don Mendo, con el teatro en verso de Jardiel Poncela, con el teatro del Siglo de Oro y todo eso significa valor en la palabra, brillantez y hay que trabajarlo bien".
Para ese trabajo han contado con la asesoría de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Y tan bien lo han hecho que hasta hay a quien el detalle le ha pasado inadvertido: "el día del estreno alguien me discutía que habíamos pasado el verso a prosa", cuenta Concha Busto, "y es el mejor elogio que nos han podido hacer".