Sopla una agradable brisa, incluso hace un poco de fresco en la mañana, pero llegar a este paraje escondido en la provincia de Guadalajara, donde Letizia Rodríguez de la Fuente cultiva sus plantas y sus flores, de repente te sumerge en un remanso de paz. No estamos lejos de Brihuega. Todo es color. Los rosales, las dalias, las peonías, el invernadero, hasta el colchón rosa de la cama de metal que tiene estratégicamente colocada bajo una gran sombra. Las mejores siestas. Es el mundo de Letizia Rodriguez de la Fuente, entre flores y plantas, que ahora ha querido plasmar en un libro "Tocar tierra" (Espasa) Aunque el libro es también un homenaje a un tío que de niña le hizo amar las plantas, las artes y la música, la figura de su padre -el gran naturalista y divulgador Félix Rodríguez de la Fuente, fallecido en en marzo de 1980- está muy presente.
P.- ¿Cómo nació la idea de pasar toda su experiencia en el cultivo de este magnífico jardín y estas maravillosas flores, a la literatura?
LR.- Cuando Espasa me ofreció este proyecto editorial, nunca se me había pasado por la cabeza escribir un libro y ha sido un regalo de la vida. Yo estaba metida en este proyecto y no pensé nunca en escribirlo, además me parecería incluso una frivolidad que tras cinco años de practicar la jardinería, pensara en la osadía de escribir un libro. Yo soy una gran lectora, me encanta leer y literatura buena, de nivel, entonces tengo mucho respeto por los libros. Ahora, hoy en día, todo el mundo escribe sus vidas y sus milagros pero para mi es una cosa muy seria. Pero cuando Ana Rosa Semprún (anterior Directora General de Espasa) me dijo mira Leti...quítale hierro al asunto, estás haciendo un proyecto único, es muy interesante por lo que tú has pasado y creo que a mucha gente le puede gustar. Ahí, de repente, yo lo vi. Y dije, pues mira voy a intentarlo a ver que sale. Yo no sabía si iba a tener calidad mi escritura, y me salió esto. Me ha sorprendido gratamente que no se me da mal escribir. Pasar aquí mi vejez, escribiendo entre flores, es que no aspiro a nada más en la vida.
P.- El libro tiene algo especial que llama la atención. Ya solo con la portada.
LR.- Es cierto, es muy llamativa. Para mi lo único que ha sido complicado es encontrar ese término medio entre cuanto cuento de mi y cuanto del jardín. Yo no quería ser un tratado de horticultura que es aburridísimo, pero sí que quería hablar del cultivo de flores que es la razón de todo el proyecto. Pero lo difícil ha sido encontrar el término medio entre ser un libro didáctico pero no caer en lo pesadísimo. Y luego también poder hilvanarlo con experiencia vital propia que me ha pasado durante este proceso y que pudiera conectar con otras personas. Trasmitir a otras personas el entusiasmo, la magia y lo que tiene el embarcarte con la tierra.
P.- Cultivar flores ¿llena la vida? ¿De qué te la llena?
LR.- De paz. De paz.
P.- ¿Le enseñan cosas, aprende de ellas cada día?
LR.- Sí. Bueno, más que cultivar flores, me llena cultivar plantas. Del cultivo de flor he pasado al cultivo del jardín, que es lo que más me interesa ahora. La flor la sigo cultivando porque con su venta me financio el jardín. Pero mi vocación es jardinera. Más que la flor en si, a mi me interesa mucho más crear "comunidades de plantas". Las plantas son seres sociales, entonces, para mi lo fascinante es criar distintos tipos de comunidades donde conviven distintos tipos de plantas, ver cómo colaboran entre ellas. Algunas se odian entre ellas, otras son super invasivas y se llevan todo por delante. Entonces, me apasiona crear ese equilibrio entre ellas y colaborar desde fuera en que eso funcione, es lo que más me interesa ahora mismo sin lugar a dudas.
P.- La escucho hablar y dice que el jardín es una "sinfonía", que los rosales aquí "no estaban contentos" y los cambió de lugar. ¿Cómo se detecta que un rosal no está contento?
LR.- Igual las humanizo mucho, ¿verdad?. Las humanizo si, las trato como si fueran pares. Yo tengo un escáner natural y en pocos segundos puedo detectar rápidamente si una planta necesita agua, si tiene una enfermedad. Ahora me he acercado aquí y he visto que este manzano tiene pulgón. Y lo veo...esta planta no está contenta en este lugar, entonces la mudo y obviamente hay un cambio. Tengo el ojo hecho, la sensibilidad, las observo.
P.- Muy cerca de aquí está la finca familiar donde usted pasada horas con su padre -Félix Rodríguez de la Fuente-. ¿Qué hilo hay entre este jardín y aquella finca, aquellos años con su padre?
LR.- Si, arriba en La Alcarria, tenemos la finca familiar entonces yo me he criado ahí. Cuando vivía mi padre era un poco su Shangri-La, su refugio. Es un bosque de encinas con un jardín en medio y nos encerrábamos allí y no veíamos a nadie. Y he pasado toda mi infancia en ese lugar. Y este sitio se ha convertido en un lugar muy familiar, organizo siempre comidas, me encanta que venga mi madre, mis hermanas, mis sobrinos, junto con mis amigos de Madrid y la gente de por aquí. Me encanta crear familia, crear comunidad, cocinar para mi gente. Como esto cada vez es más bonito el poder disfrutar y ver, por ejemplo, cuando florecen los manzanos pues a mi me encanta montarles fiestas a mis plantas. Celebro la floración de los manzanos, que es un momento único porque se llena todo de flor blanca y con el viento los pétalos se mueven y entonces, monto una comida y además me gusta que mis sobrinos aprendan. Ellos son jóvenes y les digo hay que celebrar la floración del manzano y les montamos aquí una fiesta. También los agradecimientos, a ver qué tenéis cada uno que agradecer, entonces les doy a cada uno un pedazo de cuerda para que vayan a hacer un atado en las ramas. Cada uno tiene ahí su momento.
Cuando una planta es muy puñetera y consigo que enraíce y salga para adelante, le organizo también de repente una comida. La floración de las dalias o de las peonías, pues me monto un curso, un taller especial para celebrarlo. Creo que son como rituales y dotar de sentido con un ritual, se revierte en que el jardín cada vez vaya a más, esté más contento y tú también. Hay unos vínculos terrarios. Yo soy muy ancestral en eso, en que ese agradecimiento que yo le doy a mi jardín de que esté dando su mejor versión y que funcione y esté cada vez mejor, yo se lo tengo que agradecer y compartirlo con los demás.