Salvo que algún partido nos sorprenda gratamente en el debate de la RTVA con alguna propuesta innovadora o desconocida, nada ha llamado la atención hasta la fecha con las medidas concretas que cada candidato ha trasladado en estas elecciones. Ninguno ha ido a tratar de ganarlas decididamente y, antes al contrario, todos ellos han concentrado sus fuerzas en tratar de atenuar la aplastante mayoría que de antemano dibujan las encuestas a favor de Juanma Moreno. Todos absolutamente -salvo el propio interesado- dan por inevitable la victoria del PP y parten contando anticipadamente con su propia derrota y prejuzgando que el esfuerzo no merece una mínima atención en el programa electoral ni mayor entusiasmo en los mítines a sus simpatizantes. La campaña transcurre por los derroteros que el presidente andaluz se propuso al adelantar la convocatoria electoral y gira en torno a una única pregunta tan simple como quizá lo sea su respuesta: ¿lo ha hecho bien este primer gobierno del PP y Ciudadanos en Andalucía o hay motivo para sustituirle?
Descontando el matiz ideológico con el que cada andaluz pueda acertar a responderla, lo cierto es que en la oposición no encuentran argumentos suficientes para trasladar una opinión contundente y unánime a su electorado y de ahí que la mayor parte de los partidos incidan únicamente en movilizar a los ciudadanos que todavía no lo tienen claro.
Si en el análisis político se discute estos días sobre sanidad, ahí están los datos del aumento de presupuesto sobre los que resulta difícil alguna porfía; si se habla de educación, ahí están los números del informe PISA de años anteriores que sistemáticamente ha colocado a los niños andaluces en sus últimas posiciones; si se discute sobre el número de parados, ahí está el INE que, lejos de curar al enfermo, al menos parece confirmar la detención de su hemorragia... El caso es que resulta difícil contradecir la realidad de una Andalucía que aun habiendo progresado poco o mucho en esta última legislatura -que eso siempre está bajo el criterio particular de cada uno- al menos no ha seguido el deterioro que año tras año se dibujaba sobre ella en cualquier tipo de balance.
Y así es como los candidatos han bajado de lo abstracto a lo concreto y, entre las propuestas que estos días se hacen para pedir el voto a los andaluces, nos encontramos con atraerlos mediante la creación de una agencia de calidad sobre el aceite de oliva (Inma Nieto); con la eliminación de cualquier tipo de subvención o de ayudas a la educación concertada (Teresa Rodríguez), con la instalación de wifi y televisión gratis en las habitaciones para los enfermos en los hospitales (Juanma Moreno) o con elegir sencillamente entre las derechas y los derechos, sin mayor concreción ni especificar en los matices del mensaje (Juan Espadas). Toda esa quincallería diversa que, en fin, siempre se pone sobre las urnas llegado el momento de unas elecciones y a la que solo falta, si acaso, alguno de los fervientes deseos de los candidatos a Mister Universo sobre la paz en el mundo y el anhelado bienestar que siempre está por alcanzar para los más necesitados.
Ya no hay promesas de trabajo para 800.000 parados, ni autopistas gratis para todos, ni aumento seguro para las pensiones de los mayores. Lo que todos hasta ahora nos han dicho sobre las cosas de comer ha sido poco. Se sintetiza básicamente en valorar qué pasaría si siguieran gobernando unos o si volvieran a hacerlo los otros. Y en eso sí que lleva razón Juan Espadas cuando asegura, aunque sin mucha convicción, que estas elecciones únicamente van de elegir a quién crees que en el futuro podrías querer más. Aunque tampoco de eso parezcan muy seguros ni siquiera sus votantes.