Hace unos días, el presidente de los socialistas andaluces llamó “tontopollas” a Alberto Núñez Feijóo por haber comparado el atardecer de la Alhambra, desde el bello promontorio del Mirador de San Nicolás, con el de su más gallego atardecer de Finisterre.
Supongo que para el PP andaluz sería de agradecer que su presidente no perdiera la perspectiva, ni siquiera al decaer la tarde, sobre dónde está haciendo concretamente esta campaña electoral porque, como bien advierte un tweet que últimamente circula por las redes, el día que a Feijoo le dé por comparar la cerveza Estrella Galicia con la sevillana Cruzcampo la vamos a tener bien gorda, que una cosa es Pablo Neruda o Alberto Núñez Feijoo escribiendo los versos más tristes esta noche y otra muy distinta meterse en plena campaña con la prosa que cada día escriben los bares del Zaudín para llevar el pan a su casa.
“Tontopollas” es evidentemente un localismo granadino -nada culto, por otra parte- cuyo significado puede deducirse por simple observación y que llanamente equivale, en lenguaje más común de español urgente, a estúpido, tarado o, simplemente, tonto. “Tontopollas” es exactamente aquel “estúpido” que el asesor de campaña James Carville le sugirió a Clinton para que nunca perdiera la perspectiva de la economía frente a George H. W. Bush, padre, en la campaña a las presidenciales americanas del 92 que finalmente logró ganar el demócrata: “es la economía, estúpido”, le vino a recordar a los dos. Y, no sería por eso, pero lo cierto es que Clinton no se despegó de esa linde y finalmente logró llegar a la Casa Blanca.
El caso es que esa temprana premonición electoral de “Bin” Clinton -que diría Feijoo-, y que fue también el que precisamente empezó este lío de dónde está el más bonito atardecer del mundo, es la que también toma cuerpo ahora, aquí en Andalucía, a cinco mil kilómetros de distancia de los Estados Unidos y casi treinta años después. Perdidos en las sorprendentes vistas de La Alhambra y en el ocaso de las políticas socialistas, la dirección del PSOE ha querido recurrir al desatino de unas palabras, más o menos afortunadas, queriendo hacer un caso donde ni siquiera se alcanza la categoría de anécdota. ¿Qué se ha querido demostrar?, ¿que Feijóo sigue tirando más para su terruño gallego?, ¿que no siente Andalucía?, ¿que en elecciones no se pueden hacer referencias poéticas más allá de la caída del sol? Mal, muy mal deben de ir los discursos de campaña cuando el arte supera ya tan abiertamente a la política.
Y casi todos los partidos parecen haber entendido eso, que es precisamente ahí, en la economía, donde también se mueve la clave en estas elecciones. Desde luego lo ha entendido el presidente Moreno. Y si miramos la agenda electoral de hoy mismo, comprobaremos que, una vez aparcados los grandes mítines de antaño, todos los partidos se concentran ahora en los pequeños actos y en los encuentros con autónomos, agricultores, transportistas y empresarios de toda índole. Todos ellos saben que, más allá del exabrupto disparatado y “gracioso” que anecdóticamente pueda ser usado frente al contrario, la clave va a estar en desmontar la contundente realidad que el presidente Moreno ha ido dibujando por todos los rincones de la región: que Andalucía es ahora una comunidad que paga menos impuestos, que el paro se ha logrado rebajar tras décadas de subida, que el número de autónomos ha crecido sin parar, que las exportaciones han superado por primera vez a Cataluña, que Málaga se ha convertido en un polo nacional receptor de inversiones y de nuevas iniciativas económicas…
Hubo un tiempo, en el que muy cerca de donde ahora mismo se discute si tiene o no tiene el atardecer más bonito del mundo, el Partido Socialista montó un observatorio para otra cosa bien distinta. “Observatorio Andaluz del Cordero Segureño”, creo recordar que se llamaba. Exactamente no era nada lo que observaba, ni siquiera corderos, sino que sencillamente hacía de parapeto estratégico para que unos cuántos observaran, pero con nómina de la Junta, cómo se pasa el tiempo, tan callando, a pocos kilómetros del Mirador de San Nicolás. Y mira ahora la que han liado con Finisterre.