Aunque no está claro que cada uno tenga en esta vida los fuegos que se merece, desde luego sí que lo está que cada uno tiene los suyos. Haya o no haya contado con ellos. Y como todos los demás, si algo teme un político es a un incendio con el que no contaba o que de improviso le han montado los pirómanos desde sus propias filas o el sector amigo. Esos son los peores porque, por desgracia, nunca esperas que el guarda forestal que tiene que ayudar a extinguir las llamas sea además el causante de ellas.
Y esta que ahora llega a su fin ha sido, sin duda, la legislatura de los incendios en Andalucía. El incendio de la listeriosis con la carne mechada de Magrudis que se llevó por delante la vida de cuatro personas y que acabó en seis abortos, la legislatura del mosquito del Nilo que mató a otros siete andaluces, la del incendio en Sierra Bermeja -en septiembre del año pasado- donde murió un bombero y que, como todos, fue intencionado aunque a estas alturas aún no sepamos por quién, la de los temporales de agua y las marejadas frente a la costa, la de la viruela de mono y, por supuesto, la del Covid.
Lo malo de los incendios -estos y los que siempre están por venir- es que cada vez se perfeccionan más y cada vez resulta más difícil hacerles frente con las herramientas y los equipos tradicionales. Los socialistas tuvieron siempre un frente principal que nunca supieron sofocar, que fue el de la corrupción y que, a fuerza de costumbre y de verlo quemar expectativas colectivas en la lejanía del horizonte, terminó por achicharrarlos a todos en las elecciones de 2018. Todavía hoy siguen dando manguerazos sobre las ascuas ardiendo, que presumiblemente aún tardarán bastante tiempo en apagar.
Hoy ha habido otro incendio en Málaga, el de la Sierra de Pujerra, sobre el que está al caer que nos digan que también ha sido provocado porque, detrás de cada llama, siempre está el interés de alguien por arruinar el bien ajeno o malgastar insensatamente el suyo propio.
Rápidamente, todos los candidatos han dejado sus tareas diarias de esta campaña que ya roza el ecuador -tan importantes como besar niños, regalar flores, firmar fotos, saludar con cariño a perfectos desconocidos o desayunar con camioneros- para acudir en masa a la primera línea de la acción, donde de verdad se cocían hoy los votos. Solo las dos candidatas de la izquierda, Teresa Rodríguez e Inmaculada Nieto, han preferido continuar con su agenda diaria, lo que resulta extraordinariamente llamativo en unas formaciones que proponen siempre un inusitado intervencionismo. Inmaculada Nieto ha llegado a más, e incluso ha dicho que todo lo que hoy puede hacer un político en el puesto de mando del incendio es estorbar lo que, sin entrar en si es o no acertado, diremos que resulta extraño de observar en quien quiere meterse en las aulas de los colegios, en la ocupación de costas y piscinas, en el impuesto de los coches, en el cambio climático, en la cocina de las viviendas particulares y hasta en la cama de la gente para opinar sobre sus relaciones sexuales.
Por lo demás, todos han terminado pasando por allí el tiempo suficiente para no chamuscarse (Juanma Moreno, Elías Bendodo -que en su caso dirigía el cotarro, puesto que es Consejero de Presidencia y además de Interior- , Juan Marín, Juan Espadas, la consejera de Agricultura y Medio Ambiente y hasta la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, cuya participación será decisiva para salir en los telediarios). Todos se han preocupado por el frente del incendio, su evolución, las causas y los instrumentos aéreos, pero prefiriendo desocupar la retaguardia de su campaña.
Ha sido Elías Bendodo el que, escarmentado por otros incendios, les ha pedido a sus rivales que aunque se dejen ver por allí, ninguno se atreva a utilizar el fuego para hacer caja electoral. Empresa baldía, porque aunque Andalucía lleva tres años y medio sin salir en las noticias por un caso de corrupción, el incendio de Pujerra ha coincidido con la difusión de la condena al socialista Ángel Rodríguez de la Borbolla, exalcalde de Cazalla de la Sierra, por haber malversado más de ocho millones de euros del llamado ”fondo de reptiles” de los ERE, del que la justicia no sabe su paradero y los andaluces tampoco.
En los momentos difíciles -como en los incendios- y en las distancias cortas -como en el perfume- es donde un buen político/a se la juega. Pero crudo, o cocido, lo lleva Bendodo si pretende que sus adversarios entiendan a estas alturas que una cosa es oler a podrido por falta de limpieza democrática y otra muy distinta oler a quemado por efecto del humo de una sierra.