El Partido Popular ha colocado varias vallas en algunas ciudades a modo de señal de peligro en las que avisa con urgencia de algo que ya sabíamos: que entre ir a la playa el domingo que viene o acudir en masa a las urnas, lo primero es, en este caso, lo segundo. Por supuesto, eso también lo sabían en el PP. “Días de playa hay muchos, pero solo uno para seguir avanzando”, reza sin engaño el cartel con la imagen de Moreno Bonilla que le recuerda al votante que no se descuide por tomar el sol el próximo 19J, puesto que el verano puede que sea largo pero el arrepentimiento seguro que sería corto.
Y tan largo será el verano que hasta lo han dejado escrito en una valla y el propio Moreno Bonilla fue el que disolvió el Parlamento a ocho meses vista de lo previsto para llegar a octubre con los presupuestos andaluces aprobados y anticipando de esa manera unas elecciones que, entre romerías, ferias, procesiones y playas, corrían el riesgo de poner en peligro una alta participación. Junio ya no es lo que era, desde luego, y cuarenta grados a la sombra son decisivos para el votante en cualquier lugar de España pero mucho más en el Sur, aunque no sea precisamente Roberto Brasero el que se presente a ganar las elecciones.
La advertencia del PP llama la atención porque, aunque con otros motivos, coincide plenamente con la del resto de partidos que también convocan a los ciudadanos a las urnas, en el convencimiento de que cualquier nuevo elector sería un partidario extra para sus propias filas. Evidentemente no todos pueden estar en lo cierto manteniendo la misma teoría, puesto que siempre serán unos los que ganen y otros los que con seguridad pierdan, con lo que hasta es posible que muchos estén movilizando a los simpatizantes del contrario o finalmente se encuentren con que era a los suyos a los que habría que haber dejado descansar. Imaginen esa escena, en el último acto teatral, en la que algunos tuvieran que lamentar que habiendo votado tantos, la gran mayoría les hubiera votado tan poco.
En estas elecciones está pasando algo tremendamente curioso, que es confuso al mismo tiempo y de lo que más de uno igual toma nota en el futuro, y es que casi nadie ha salido a ganar e imponerse en el resultado final del domingo, sino a tratar de impedir que se produzca la victoria del adversario. Y el adversario, claro está, sigue siendo para todos el PP.
Cuando de forma tan unánime todos los partidos incitan a la movilización como mensaje principal, a derecha y a izquierda, lo hacen pensando que solo son suyos los desmovilizados. Y si el PP les solicita que no se marchen a la playa, el PSOE les recuerda que “si votamos, ganamos”, aunque en su caso no diferencien mucho si son o no son causas del solaz veraniego las que puedan retraer a los simpatizantes. El mensaje es exactamente el mismo, el de incitar al voto, pero el fondo es tan radicalmente distinto que, si el PSOE sencillamente trata de evitar que Moreno Bonilla les aplaste, en la derecha lo que temen es que un exceso de optimismo y complacencia lleve a desertar de sus obligaciones a los sofocados votantes.
Nunca como hasta ahora se vio una campaña en la que unos mostraran tanta convicción por ganar y otros descontaran tan pronto su derrota. En ambos casos el camino que se acierta a señalar es exactamente el mismo. Y sería toda una paradoja que asumiendo idéntica sugerencia, todos los votantes planetarios unidos por la playa, nos encontráramos el domingo después de haber votado compartiendo hamaca en la costa pero preguntándonos qué ha podido pasar para llegar a lugares tan diferentes.