Pablo Iglesias lucha por volver a conectar con el electorado que hace cinco años colocó a un partido recién nacido en las instituciones. Fue en las europeas de 2014 y después en las generales de 2015. Por entonces Podemos ilusionó a los votantes con el discurso del 'Sí se puede', la bandera de los derechos sociales y la lucha contra la casta.
Ahora Iglesias es parte de esa casta. Y su partido tiene cuitas internas, como todos los demás. “Hemos dado vergüenza ajena”, llegó a decir el día de su reaparición en público tras el permiso por paternidad. Estaba pensando en Iñigo Errejón, el ideólogo de las grandes campañas electorales, que ahora vuela solo.
“Después de haber estado tres meses limpiando culos y cambiando pañales”asegura sentirse más preparado para ser presidente del Gobierno. Pero en realidad Podemos aspira más a convencer que a vencer. El 28 de abril, Podemos aspira a sacar lo suficiente para contribuir a la formación de un gobierno de izquierdas que le garantice a Iglesias un asiento en el consejo de ministros.
Y sale a pescar en dos caladeros: el de la izquierda que parece haberse reconciliado con el PSOE y el del voto indignado que coquetea con Vox. Lograrlo o fracasar determinarán el futuro del líder. Su pareja y portavoz de Podemos en el Congreso, Irene Montero, ya ha dicho que la próxima persona que ocupe la secretaría general de la formación será una mujer. Y eso seguro que lo traen hablado de casa.