En el juicio celebrado en la Audiencia de Palma, las acusaciones (Fiscalía y el abogado de la víctima) y la defensa del expárroco han llegado a un acuerdo de conformidad por el que el acusado ha confesado todas las acusaciones y ha admitido la petición de condena de seis años, así como cinco de prohibición de acercarse a menos de 500 metros de la víctima ni comunicarse con ella.
En vista del reconocimiento de los hechos, la Fiscalía y la acusación particular han calificado finalmente lo ocurrido como un delito continuado de agresión sexual con penetración bucal y acceso carnal a menor de 12 años y han apreciado las atenuantes de confesión y reparación del daño.
En el escrito provisional de acusación se solicitaban 42 años de prisión por numerosos delitos de abusos y agresión pero, ante la dificultad de precisar las fechas de cada episodio, la acusación ha limitado la condena a 12 años que, finalmente, ha sido rebajada a seis años por las atenuantes.
El que fuera el primer expulsado de la Iglesia en España en 2013 antes de un juicio por pederastia, ha admitido ante la sección segunda de la Audiencia de Palma los delitos a preguntas del fiscal, Ramón Vázquez, y ha dicho estar totalmente arrepentido.
Desde principios de 1997 hasta el verano del 98, en el ambiente distendido en el que los niños de la parroquia jugaban al tenis, iban a la piscina del vecino y, en ocasiones, dormían la siesta en una de las habitaciones, el párroco aprovechaba la ausencia de adultos y llevaba a la menor, que iba a catequesis y luego ejerció como monaguilla, a su propia habitación para estar a solas con ella.
A preguntas del fiscal, el expárroco ha admitido por primera vez los hechos desde que empezó la investigación y ha reconocido que, en un primer momento, "con ánimo libidinoso, sentaba a la niña, que entonces tenía 10 años, en sus piernas y le tocaba el pecho por encima de la ropa". Cuando la llevaba en coche a su casa, la obligó a practicarle sexo oral hasta 20 veces.
Ha dicho estar "totalmente arrepentido", "le deseo lo mejor a esa señora y a su familia, nunca he tenido rabia de ningún tipo, al contrario, les deseo de ahora y para siempre lo mejor", ha afirmado ante el tribunal.
La víctima ha relatado cómo empezó todo: "un día estábamos en la parroquia, empezó a poner diapositivas de cuando estuvo en Burundi. Había varios niños alrededor, sentados en el suelo, pero a mí me sentó encima de él y allí fue cuando empezaron los tocamientos".
Posteriormente, en el año 98 empezaron las violaciones "en más de 10 ó 12 ocasiones". "Él me forzaba en su casa, en la parroquia", ha explicado entre lágrimas.
Cuando hace años se investigaron los hechos, la menor lo negó a instancias del excura. "Me convenció para que yo, cuando tenía que ir a declarar cuando era pequeña, a todo dijera que no, que todo era mentira", ha explicado.
Finalmente denunció los hechos en noviembre de 2013, unos meses después de contárselo a su hermana mayor y a su padre, a raíz de haber visto un documental sobre niños víctimas de abusos. "Lo solté porque ya no podía más y lo solté", ha detallado.
Tras la confesión del acusado y el relato de la víctima, acusaciones y defensa han renunciado a que se practicara el resto del juicio por lo que la vista oral ha durado una media hora y el caso ha quedado visto para sentencia.