Juicio Alsasua

La novia del teniente agredido en Alsasua: "Él sangraba y la gente seguía pegándole en la cabeza"

La novia del teniente de la guardia civil que fue agredido en Alsasua (Navarra) ha narrado los golpes que ambos recibieron, hasta el punto de que "él sangraba y la gente seguía pegándole patadas en la cabeza y patadas en el cuerpo", una vivencia que la ha marcado hasta pensar en el suicidio como única salida.

ondacero.es

Madrid |

Juicio a los ocho acusados de agredir a dos guardias civiles y sus parejas en octubre de 2016 en la localidad navarra de Alsasua | EFE

María José N., que reside en Alsasua desde los 3 años, ha hecho en el juicio un relato pormenorizado de cómo fue el altercado y las consecuencias personales que le supuso, ya que tuvo que salir del pueblo, se vio sometida a un aislamiento social por parte de sus habitantes y su familia sufrió amenazas, lo que la puso "al límite de no ver salida y quitarme de en medio".

La testigo ha comenzado relatando que todo empezó dentro del bar cuando uno de los acusados, Jokin Unamuno, se acercó a los agentes de forma muy agresiva.

"Por él empezó la agresión, por él estamos hoy aquí; si él no hubiese empezado la agresión hoy no estaríamos hoy aquí en la sala. Agredió tanto dentro como fuera", ha dicho sobre Unamuno, uno de los tres acusados en prisión provisional.

En ese momento, ha relatado, se acercó otro encausado, Oihan Arnanz, con una "actitud muy desafiante y agresiva". "Le dije que si quería pegarles a ellos me tendría que pegar a mí y me dijo que a mí no me iban a tocar pero que a ellos les iban a reventar".

La testigo ha reconocido a los acusados en el juicio, aunque no fueron, ha precisado, todos los que les agredieron, porque ha apuntado que ella solo ha identificado a los que está segura de que estaban allí.

"Hay personas que no he acusado porque no estoy al cien por cien segura de que estaban en su día. Testigos que tendrán de parte estoy al 90 por ciento segura de que estaban. Por el 10 por ciento, hoy no están aquí", ha asegurado.

Ha seguido relatando que después de hablar con Arnanz se formó un tumulto en el que estaban otros tres acusados y "empezó todo", los empujones, patadas y puñetazos que luego siguieron fuera del bar.

Una vez fuera los golpes se incrementaron y varias personas se unieron a la agresión. "Nos empiezan a golpear con mucho odio y mucha saña", ha relatado, unos golpes que recibió sobre todo el teniente.

"Él sangraba y la gente seguía pegándole patadas en la cabeza, patadas en el cuerpo, tenía el tobillo totalmente partido y la gente seguía", ha explicado sobre su pareja, en vista de lo que ella intentó protegerle, pero le empujaron "con tanta fuerza" que también cayó al suelo.

En una declaración que ha tenido que parar varias veces por la emoción, la testigo ha recordado el "odio y la saña con que le daban a Óscar (el teniente) en la cabeza". "Protegía más a Óscar que a mí misma porque veía que si no hacía esto Óscar hubiese tenido secuelas mucho más graves que las que tuvo en su día", ha seguido relatando.

"Lo peor -ha apuntado- es que cuando estamos fuera y estamos siendo agredidos nadie sale a nuestro auxilio, nadie es capaz de frenar la agresión o de llamar a la policía o a la ambulancia. Son cosas que a día de hoy todavía no entiendo cómo pueden estar pasando".

A raíz de la agresión, ha asegurado que se tuvo que ir de Alsasua. "Desde ese día perdí mi hogar y lo perdí todo". A día de hoy tiene "miedo" de ir allí y solo acude de vez en cuando para visitar a sus padres porque "no pueden, aparte de quitarme mi vida entera, quitármelos a ellos".

A partir de ese momento, "todo el mundo se alejó" de ella "por miedo". "Me aislaron totalmente, me hicieron la vida imposible", ha explicado la víctima, que luego sufrió secuelas psicológicas a raíz de estos hechos, además de tendinitis y hematomas.

"A partir de ese día la vida de mis padres y la mía comienza a ser un infierno", ha añadido para describir la situación que viven ahora sus progenitores, a los que han rayado el coche, les han destrozado material del bar que regentan e incluso han recibido amenazas con pancartas con leyendas como "El pueblo no perdona".

Sus amigos, ha asegurado, también le dieron de lado desde ese momento y no ha sido hasta muy recientemente cuando ha podido rehacer su vida en la ciudad en la que reside.