Tras la votación fallida de la Ley de Amnistía en el Congreso, el PSOE se sabe por primera vez situado al principio del fin de la legislatura. Y todo porque ya no puede ofrecer más amnistía a Junts y Junts quiere más. “No hay más que lo que hay -señala otra voz autorizada cercana a la dirección del partido-. Esta vez estamos al límite de lo que permite la Constitución española. No hay más” -concluyen en la dirección de Ferraz.
Desde el Gobierno, el malestar va más allá de lo esperado. En Moncloa y en la sede del PSOE, por ahora, solo esperan que Junts per Catalunya conjugue el verbo recapacitar, porque hoy por hoy, no hay margen para otra cosa. En Ferraz esperan igualmente que Junts “afloje” su postura ante el reproche de los que ayer ya se veían amnistiados: cientos de personas -funcionarios educativos, principalmente- que apoyaron el proceso independentista facilitando la apertura de colegios, aulas, así como la instalación de las urnas el 1 de octubre de 2017,día del referéndum ilegal.
Solo queda tiempo, pero no queda de qué hablar
Eso es lo que transmite el PSOE por ahora, aunque siempre puede haber algún resquicio. Porque desde las filas socialistas advierten a Junts -lo mismo que dicen en Esquerra- que una ley no pueda anticiparse al futuro y si en el futuro hay algún juez que “busque las vueltas a Puigdemont y los suyos... no puede predecirse”.
Pero esas garantías al líder de Junts no le valen. Su abogado, Gonzalo Boye, sabe muy bien que la redacción de la ley no protege a su cliente de lo principal: posibles cargos por terrorismo -por los hechos provocados por el colectivo Tsunami Democratic- y por alta traición -por la causa abierta en el Jugzado de Instrucción número 1 de Barcelona sobre los contactos del propio Puigdemont con agentes rusos a los que habría pedido colaboración para llevar a cabo el proceso independentista.
Esquerra y Junts, enemigos electorales íntimos
Y luego está la familia independentista, más desunida que nunca y con unas elecciones catalanas a la vista a las que hay que llegar en cabeza. Oriol Junqueras, líder de Esquerra, llegaba a las puertas del Congreso para reprochar a Junts su voto en contra. Ambas formaciones son además conscientes de sus malos resultados en las generales -Esquerra perdió seis escaños y Junts perdió 1 el pasado 23-J-.
Con todo, Esquerra juega la baza posibilista y social de la amnistía: la aprobación de la ley habría permitido que cientos de encausados se liberaran de sus causas "pero Junts solo quiere salvar a su líder" -señalan en las filas de Oriol Junqueras. Y desde Junts, otra versión bien distinta que se resume en esto: A Esquerra no le importa que algunos se queden atrás y no sean amnistiados para seguir pactando con el gobierno de Sánchez y sus jueces prevaricadores. Y como apuntaba el propio Jordi Turull "queremos seguridad jurídica. Nuestras propuestas están contrastadas con muchos expertos. Así que (el PSOE) no diga que existe riesgo de inconstitucionalidad".
Dos apuestas contrapuestas las de Esquerra y Junts que miran al futuro electoral a medio plazo, en las próximas elecciones catalanas de 2025, donde pueden encontrarse con un tercer ganador; el PSC de Salvador Illa. Un partido con un líder bien engrasado pero que funciona al ralentí por orden de Moncloa, para no provocar con sus mensajes la ira de Puigdemont y que el pacto salte por los aires.
Siempre les quedará Ginebra
Visto lo visto se prevé una vez más arreglar esto al más alto nivel posible. Con o sin transparencia porque lo que queda por delante es una pesadilla de días y noches entre negociadores de Junts y el PSOE para buscar contrarreloj una nueva redacción a la ley de amnistía. Una redacción que sea útil para Puigdemont y que quepa en la Carta Magna. Un Oximorón jurídico.
Y en lo que ambas partes coinciden es que el asunto apunta ya al más alto nivel en la próxima reunión secreta de Ginebra -o donde sea que se celebre porque nadie confirma nada- entre el número 3 del PSOE Santos Cerdán y el propio Carles Puigdemont o el Secretario General de Junts, Jordi Turull. Porque solo ellos pueden mirarse a la cara y saber si cada uno ha llegado a su final.