La Madrugá sevillana, con todas sus hermandades en la calle haciendo sus recorridos completos, con menos aglomeraciones y sin riesgo de lluvia, ha servido como bálsamo para miles de cofrades que vivieron con el corazón en un puño y mirando al cielo los primeros días de la semana grande de la ciudad.
Lejos de lo ocurrido de domingo a martes, ninguna de las seis cofradías de la noche más importante de la semana ha tenido que apretar el paso para volver a sus iglesias, salvo lo necesario para cumplir con cambios de itinerarios y horarios pensados para evitar atascos que, en general, han dado resultado, aunque a veces los nazarenos hayan tenido que avanzar en filas de tres o hasta cuatro.
Como siempre la Esperanza Macarena ha sido la encargada de inaugurar la Madrugá al abrir sus puertas y poner en la calle su Cruz de Guía justo en la medianoche, dando inicio a una noche que ha tenido un prólogo brillante en un Jueves Santo que terminaba una hora más tarde con la entrada de Jesús de la Pasión en El Salvador.
La primera Esperanza de la noche, que desata el júbilo de los miles de fieles que desde muchas horas antes esperan alrededor de su basílica, ha sido recibida con aplausos y fervorosos gritos de "guapa" que ha escuchado en primera fila el ministro de Justicia, Rafael Catalá, compartiendo palco con el exalcalde Juan Ignacio Zoido y los diseñadores Victorio y Lucchino, entre otros.
La "levantá" que ponía en marcha el cortejo de la Macarena se la ha dedicado la hermandad a la soprano Ainhoa Arteta, que ha cantado un Ave María a los pies de la Virgen en el interior de la basílica justo antes del comienzo de su estación de penitencia, iniciada después al ritmo de la marcha "Coronación de la Macarena".
Con los primeros nazarenos de la Madrugá caminando por las calles de Sevilla ha empezado un recorrido con cambios que, debatidos durante meses por el Consejo de Hermandades, buscan que el trayecto por la Carrera Oficial -el itinerario común de todas las cofradías que hacen penitencia hacia la Catedral- no provoque los colapsos de otros años en las calles colindantes.
La sobriedad del Gran Poder -que ha lucido la túnica bordada de la corona de espinas, la más antigua, del siglo XIX, que no llevaba en una Madrugá desde 1948- y sus 2.450 penitentes ponía el contrapunto una hora más tarde en la basílica de San Lorenzo, a la vez que El Silencio, una de las de más corto recorrido, salía a la calle con su Padre Jesús Nazareno con la cruz hacia atrás.
Tras ellos, los sones de Triana se empezaban a escuchar a las dos de la madrugada en la capilla de Los Marineros, en cuyos alrededores tampoco cabía ni un alfiler para ver el río de capirotes morados del Cristo de las Tres Caídas que seguía a su Cruz de Guía de plata y precedía a la Esperanza, rodeada de 2.150 nazarenos y bajo la lluvia de miles de pétalos en la calle Pureza.
Media hora más tarde, del santuario del Señor de la Salud salía la hermandad de Los Gitanos, y El Calvario, sin música, se sumaba empezando su procesión veinte minutos antes de las cuatro, para alcanzar entre todas las cofradías en ese momento el discurrir de más de diez mil nazarenos por el centro de Sevilla.
Ha sido este un año en el que no se han repetido incidentes como los de 2015, cuando unas carreras en la plaza de la Encarnación dieron lugar al desconcierto y afectaron directamente a las hermandades del Silencio y Los Gitanos, lo que ha llevado este año al CECOP a limitar la entrada de público en esta zona.
Todo ello ha ocurrido en una noche bastante fría, en la que la temperatura ha descendido 20 grados -desde los 25 de la tarde del Jueves Santo hasta los 5 registrados durante la Madrugá- y en la que la seguridad se ha reforzado como el resto de la semana, con un total de 1.789 policías nacionales, 112 agentes de la guardia civil y 1.100 policías locales.