Cuatro años en los que Soria se ha encarado con eléctricas que recelaban de la reforma, ecologistas que exigían el cierre de las nucleares e, incluso, algunos de sus propios paisanos, que rechazaban las frustradas exploraciones de Repsol en Canarias.
Con una sólida formación económica y dominio de varios idiomas, Soria llegó desde Canarias a la política nacional de la mano de Mariano Rajoy, en cuyo círculo más cercano se ha mantenido durante toda la legislatura, para ocupar un ministerio de largo nombre y amplias competencias.
La expropiación de YPF a Repsol, los problemas del almacenamiento de gas Castor o el conflicto del "tax lease" naval han sido algunos de los conflictos que han jalonado una gestión con la crisis económica de fondo y en la que sólo un sector, el turismo con cifras récord, le ha dado algunas alegrías.
Prolijo en apariciones y declaraciones a los medios, el ministro ha defendido los trabajos de su departamento y su actitud de atreverse a tomar el "toro por los cuernos", sobre todo en lo referente al recibo de la luz, donde las reformas han sido constantes.
En un intento de poner en equilibrio las cuentas eléctricas, lastradas por un desfase de casi 30.000 millones de euros llamado déficit de tarifa, Soria ha tomado numerosas medidas de la mano de dos secretarios de estado del ramo: Fernando Martí, primero, y Álvaro Nadal, después.
Con Nadal han venido los cambios más ambiciosos que no han gustado a nadie -ni a consumidores, ni a empresas eléctricas tradicionales ni a renovables- y en las que ha topado con el muro del déficit público y con el del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.
Junto a esta constante reforma del sector eléctrico -se han implementado medidas todos los años- otros temas han marcado la agenda de Soria que, por devoción o por obligación, no ha dejado de tener muy cerca las Islas Canarias.
Desde una defensa de las oportunidades que pueden traer las exploraciones de hidrocarburos frente a las Islas Canarias hasta un repaso por las excelencias o patronas de las distintas islas, con el "run run" de fondo un posible regreso a la política canaria, que nunca se hizo efectivo.
Finalmente, pese a las numerosas peticiones de dimisión que le han llovido en los últimos años -algunas, incluso de su propio partido-, han sido los papeles de Panamá los que le han ganado la batalla al que oficialmente es el primer ministro de la democracia que se ve obligado a dejar sus responsabilidades mientras está en funciones.
Y ha sido por una serie de filtraciones en las que el ya exministro aparecía como administrador o secretario de sociedades en paraísos fiscales como Bahamas o Jersey, algo que no es necesariamente ilegal, pero que ha sido reiteradamente tachado de poco ético para un cargo político.
En cualquier caso, la gravedad de la situación se ha visto acrecentada por las confusas explicaciones de Soria, que ha achacado todo el asunto a errores o desconocimiento, incluso cuando existen documentos con su firma, y que se ha visto obligado a ampliar una y otra vez los detalles de los negocios de su familia.
Este goteo de información, desmintiendo al ministro o ensanchando el entramado familiar, ha apagado progresivamente la defensa a ultranza que, en los primeros momentos, hicieron de Soria tanto el Gobierno como sus compañeros del PP.