Nadia Mourad y Lamiya Aji Bachar, pertenecientes a esta minoría religiosa víctima del genocidio terrorista, fueron secuestradas por los yihadistas en 2014, cuando estos tomaron su localidad natal, Sinyar, de la que huyeron otras 200.000 personas.
Las supervivientes de esa masacre, portavoces de las víctimas sexuales de Daesh, se impusieron al periodista turco Can Dündar, encarcelado y ahora en el exilio, y al líder tártaro de Crimea Mustafá Dzhemilev, disidente soviético y parlamentario ucraniano.