Madrid |
Cada año, como una tradición familiar, los Mc Bride van a comprar su árbol de Navidad después del Día de Acción de Gracias, que se celebra el último jueves de noviembre. Acuden a uno de esos comercios que conocemos por las películas, repletos de abetos frondosos y altísimos.
El que escogieron los Mc Bride medía tres metros. Lo engancharon en su coche y lo llevaron a casa. Juntos, toda la familia, lo decoraron con luces y con adornos de búhos y ahí quedó, instalado en el salón.
Unos días después, la pequeña de la casa rompió a llorar. Algo, explicó, la había asustado. El abeto "emitía un ruido extraño" y uno de los búhos se había movido.
La madre se acercó al árbol para descubrir con sorpresa, que entre sus ramas había anidado un búho de carne y hueso. Luego dedujeron que igual habían sido ellos los que habían fastidiado la casa del búho, que igual ya vino con el árbol desde el bosque.
Sin saber muy bien qué hacer, dejaron las ventanas abiertas para que el búho se marchara, pero no lo hizo. A si que, después de alimentarle con trozos de pollo crudo, llamaron a la protectora local de animales.
Con instrucciones muy precisas, preparando una oscuridad total que facilitara su visión, consiguieron que el animal bajara del árbol para ser después liberado en el bosque.