El dueño notaba como día tras día tenía menos sushi y menos producto en la tienda y pensó que alguien le estaba robando.
Iba bien encaminado porque descubrió que los ladrones eran dos pingüinos azules que vivían escondidos debajo de la barra del bar, atraídos por el aroma a pescado y también porque suponía una protección contra sus depredadores.
La Policía cree que los dos animales pudieron llegar a la tienda mediante las tuberías de agua dulce y ya han sido puestos en libertad en el mar.