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Un año de guerra en Ucrania
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Un año de guerra en Ucrania
Madrid | 24.02.2023 05:49
Svetlana Guy, profesora ucraniana de 35 años, recuerda en primera persona cómo se despertó un 24 de febrero en Jarkov con el estruendo de las bombas y cómo ha sido el duro camino de la resistencia en su país.
Mi marido y yo nos despertamos en casa en Jarkov escuchando explosiones. Miramos por la ventana, la calle está llena de gente marchándose.Voy a la tienda donde las colas parecen infinitas. La gente compra todo lo que ve. Cada día aparecen recomendaciones sobre cómo comportarse durante los bombardeos. Es peligroso quedarse en la habitación. Por eso, pasamos una semana durmiendo y estando en el pasillo donde no hay ventanas. Mientras, mucha gente baja al metro, donde sigue viviendo durante la primavera también. En el cuarto día de guerra, dos misiles caen en un edificio que hay enfrente de casa. Una mujer se queda sin sus dos pies. No salimos de casa.
Cuando nos empiezan a bombardear también con aviones y resulta destruido el edificio del Ayuntamiento, decidimos irnos. Es el noveno día de la guerra. Tomamos a mi madre y a nuestro gato; nos marchamos. No sabemos hacia dónde vamos, pero la vida nos obliga a dejarlo todo atrás. La ruta desde Jarkov hasta Poltava son, normalmente, dos horas de trayecto. Ahora son once por las colas de coches y estaciones, donde soldados ucranianos verifican nuestros documentos. En la provincia de Poltava, en un pueblo pequeñito, paramos. Empieza el toque de queda. Nadie puede quedarse fuera. Necesitamos pasar la noche dentro. ¿Dentro de qué? ¿De dónde? Unos familiares nuestros han mencionado que en esta localidad viven sus padres. Les llamamos y ellos nos permiten pasar la noche en su casa. Al día siguiente ya todo el pueblo sabe que somos refugiados y la gente nos ayuda a encontrar algún lugar donde podamos quedarnos. Una familia local nos presta su casa con todas las comodidades. Y dicen que es gratis. La emoción nos invade.
Soy profesora de inglés. Durante el mes de marzo casi no trabajo. Pero, poco a poco, trato de reiniciar los estudios. Gradualmente, regresan mis estudiantes; trabajamos online. La casa de mi tío fue bombardeada en Jarkov. Está vivo, pero la tubería de gas está destruida. No puede cocinar para sus dos hijos. Pasan el tiempo, principalmente, en un refugio antiaéreo. No trabaja porque el barrio donde está su empresa (Tsyrkuny) se queda ocupado desde el primer día de la guerra. Decidimos evacuarlo con su familia. No tiene coche, por eso buscamos a voluntarios que transportan a la gente. Lo logramos. En un pueblo cercano le ofrecen una casa con vaca. Entonces tendrá leche para sus hijos. Todo es gratis. La gente a nuestro alrededor cree que la guerra no va a durar más de 2 ó 3 meses. La provincia de Kiev fue desocupada. La alegría de este hecho fue arruinada por las malas noticias de Bucha, un pueblo en la provincia donde los ejércitos rusos dejaron a más de mil personas asesinadas y/o violadas. Después de la masacre en Bucha, surgen cientos de anuncios en ciudades rusas que ofrecen la venta de productos de origen ucraniano.
Los ejércitos de Ucrania sufren la falta de munición. Por eso, la compañía donde trabaja mi marido organiza recaudaciones. Colectan dinero para sus familiares en la guerra. Chalecos antibalas, cámaras térmicas, coches, comunicadores portátiles... Nosotros participamos también: yo recaudo a través de mi perfil en Instagram. Me asombra cuánta gente colabora y nos aporta. El Gobierno ofrece ayuda a los refugiados. Mi marido y yo no lo necesitamos porque seguimos trabajando. Mi madre y mi tío aceptan porque ellos sí han perdido sus trabajos. La ayuda les apoya mucho: les dan 2000 grivnas al mes (unos 50 euros) por persona, además de productos. Tienen lo necesario para vivir. Mi madre sigue preguntándome cada día cuándo terminará esta maldita guerra.
A todo el país le duele la situación de 'Azovstal', una planta en la ciudad de Mariúpol donde se quedan sitiados los defensores ucranianos. El día en el que se rinden y quedan en cautiverio ruso es la tragedia nacional. Sabemos que Rusia no soporta a este ejército, 'Azov', y lo ha proclamado terrorista. Dudamos que nuestros defensores queden vivos. Se trata de más de cien personas. Detrás, cien familias.
Es la primera vez que volvemos a Jarkov desde que empezó la guerra. Hemos comprendido que esto, desgraciadamente, va a durar mucho tiempo. Por eso, decidimos ir a ver si nuestra casa está en pie y tal vez tomar algo de ropa para el verano. Nos aterroriza la imagen de la ciudad. El barrio del centro está destruido y arruinado por muchas partes. Esto nos duele mucho porque siempre admirábamos la belleza de la ciudad. Pero nuestra casa está en orden. También visitamos el apartamento de mi madre. Las ventanas están rotas por las explosiones, pero el resto está bien. Cubrimos las ventanas con celofán. Regresamos a la provincia de Poltava.
La situación en la ciudad de Mariúpol es desastrosa. La destrucción es completa en la ciudad, lo que supone la desaparición completa de todas sus comodidades. Hay cadáveres en las calles y en las playas; nadie los retira. También es intensa la ocupación en Jersón. El sentimiento nacional de Ucrania se presenta muy fuerte. En ocasiones, peatones sin armas hacen frente a los tanques. Cada día, los ciudadanos colocan un vídeo en internet donde piden socorro y que los rusos desocupen el país.
Ya está claro que la guerra no terminará este año. Pero en la provincia de Jarkov la situación parece más o menos optimista. Los ejércitos ucranianos recuperan, paso a paso, pueblos en la provincia. Los ucranianos participan de modo inmenso en la compra de munición para los soldados. El sentido de unidad es fantástico. Habiendo hablado ruso durante toda mi vida (es común en el este de Ucrania), decido enseñarme a hablar ucraniano. Me comunico con mis estudiantes, algunos de los cuales están ahora en Europa. Siempre les pregunto cómo les tratan los ciudadanos de esos países y todos los días me alegran sus respuestas porque me dicen que todo el mundo nos apoya.
La provincia de Jarkov se queda desocupada con avances importantes en poco tiempo. Ya no lo celebramos porque sabemos que la alegría de recuperar nuestra tierra nos presentará las consecuencias de la guerra. Sí, es verdad. Un pueblo Izium, casi destruido durante la primera mitad del año, está lleno de cadáveres de civiles, mucha gente torturada, violada y asesinada. Mientras el pueblo está ocupado es difícil obtener información de lo que allí sucede. Incluso es difícil conectarse con los familiares que resisten. No hay conexión móvil, no siempre hay internet. Conocemos lo que ha pasado allí durante la ocupación sólo cuando lo liberamos. La expectativa de la victoria nos da de frente con la tragedia vivida en este territorio. Cien de los defensores de 'Azovstal' quedan liberados de su cautiverio. Esa tarde todo el país llora. Pero es de alegría.
Rusia usa una nueva estrategia y empieza a destruir estaciones eléctricas. Nos quedamos sin electricidad durante cinco horas. Aún no sabemos que es solo el inicio. Mi tío decide regresar a Jarkov. Después de la desocupación, espera encontrar trabajo allí. No logró hacerlo en un pueblo tan pequeño como en el que estábamos, pese a que aprendió a hacer requesón con la leche de su vaca. Lo cambia por frutas y verduras de sus vecinos. Ya funciona el sistema de gas en su edificio de Jarkov. Por lo tanto, ya puede cocinar. Los bombardeos en su ciudad, mi ciudad, ya no son tan frecuentes. Poco a poco, la gente empieza a regresar a casa, o a lo que queda de ella.
Jersón está liberado. La nación llora de alegría. Compañías nacionales colocan imágenes de sandía en sus logos (las sandías son el símbolo de Jersón). Pero desde el primer día de liberación empieza el bombardeo en la ciudad y no para ni por un día. Los bombardeos del sistema eléctrico se realizan más o menos cada semana. Los cortes de luz se hacen habituales. En cada provincia, el horario sin electricidad es diferente. En la mía, alternamos cuatro horas sin luz y dos horas con luz. Compramos velas, linternas y generadores para poder trabajar.
Seguimos sin luz. Ya se sabe que si no ha habido ataques durante una semana, los bombardeos van a volver muy pronto. La situación en el este es infernal. Dicen que un soldado sin experiencia no sobrevive más de una hora en la región de Bajmut. Dirigimos todos nuestros esfuerzos en la ayuda para Bajmut. Mi madre va a Jarkov para tratar de recuperar la vida allí. Nadie habla del año nuevo, en esta Navidad no nos interesan las celebraciones.
Seguimos sin luz. Esperamos la llegada de febrero con terror. Ya se sabe que el gobierno de Rusia admira las fechas especiales. Nos bombardean, especialmente, en las fiestas. Y sabemos que en febrero tendremos el aniversario de la guerra. Hasta entonces, en Ucrania sentimos que en Europa y en otros lugares del mundo empiezan a normalizar nuestra situación. La guerra sigue en nuestro país, pero ya no es portada en los diarios internacionales y abre los informativos de radios y televisiones. Sentimos impotencia porque el horror no puede convertirse en algo normal.
La situación con electricidad mejora, casi no hay cortes. Bajmut sigue con una herida dolorosa. No sabemos cuándo terminará la guerra. En Ucrania queremos la paz, no somos bárbaros, y el deseo no es que otros países ataquen a Rusia. Lo mejor sería aislarlo, que veten sus productos, que no participen en los Juegos Olímpicos de París y que los rusos se den cuenta de que tienen que cambiar de gobierno porque el mundo les da la espalda. Mientras eso sucede, ya ha pasado un largo año. Hoy es 24 de febrero.