El fallo, apoyado por cinco de los nueve magistrados del Alto Tribunal, mantiene la situación actual y autoriza a estados como Oklahoma y Florida a reanudar la aplicación de la pena de muerte, paralizada desde enero.
En cuestión de la pena de muerte no hay movimiento en el Tribunal Supremo norteamericano que la pasada semana avanzó las causas más liberales al reconocer el matrimonio homosexual y dar al Estado un papel vital en la forma en que los ciudadanos contratan sus seguros médicos.
Por cinco votos a favor y cuatro en contra, el Tribunal ha decidido que Oklahoma y otros estados pueden utilizar un cóctel de medicinas que últimamente emplean para ejecutar a los presos condenados a la pena capital.
A pesar de que el pasado año, dos prisioneros en Oklahoma se despertaron durante la ejecución y se quejaron de sufrir dolores. Los abogados de los dos presos ejecutados reclamaron ante los tribunales que el uso de la droga violaba la octaba enmienda de la Constitución norteamericana que prohibe el castigo cruel e inusual.
Esta decisión es una victoria para los 31 estados donde se utiliza la pena de muerte, aunque en los últimos años la mayoría de ellos han paralizado las ejecuciones.
Dos de los nueve jueces supremos han repetido su opinión de que la pena de muerte es anticonstitucional y deberán convencer ahora a otros tres magistrados del Tribunal para abolirla completamente.