La caída del régimen de Bashar al-Asad ha desencadenado la revelación sobre los escalofriantes horrores que se vivieron en la prisión de Sednaya, conocido como el "matadero humano". Ubicada a tan solo 15 kilómetros al norte de Damasco, esta cárcel ha sido durante décadas el epicentro de una maquinaria de tortura y muerte dirigida contra los opositores al régimen. Ahora, salen a la luz imágenes y testimonios que revelan la brutalidad que encerraban sus paredes.
Un infierno en la Tierra
Sednaya no era simplemente una prisión; era un espacio diseñado para deshumanizar, torturar y exterminar a los detenidos. Según Raed al-Saleh, director de la organización humanitaria Defensa Civil Siria, conocida como los Cascos Blancos, la prisión funcionaba como una "fábrica de la muerte". Las ejecuciones eran masivas y frecuentes, llegando a ahorcar entre 50 y 100 personas diariamente, muchas veces tras juicios simulados que no duraban más de unos minutos.
Además de las ejecuciones, los informes indican que los cuerpos eran incinerados en hornos dentro del complejo, un método empleado para borrar rastros de los crímenes cometidos. Entre 2011 y 2015, se estima que más de 13.000 personas fueron ejecutadas en Sednaya, muchas de ellas periodistas, activistas de derechos humanos y otros opositores políticos.
Descubrimientos tras la caída del régimen
El derrocamiento del gobierno de Al-Asad ha culminado con la liberación de miles de prisioneros en Sednaya. Los Cascos Blancos han logrado liberar entre 20.000 y 25.000 detenidos, pero las cifras exactas de víctimas y desaparecidos siguen siendo inciertas. Según los testimonios de los supervivientes, dentro del complejo hay tres niveles subterráneos con celdas secretas. Cámaras de vigilancia han confirmado la presencia de prisioneros vivos en estos espacios ocultos. Tras acceder se encontraron salas de tortura con una prensa humana, que llaman la "machacadora de huesos", una butaca para descargas eléctricas o un crematorio.
Entre los liberados hay mujeres y niños, muchos de los cuales son producto de violaciones sistemáticas ocurridas dentro de la prisión y ya nacieron en cautiverio. Las víctimas describen condiciones inhumanas que los han dejado física y psicológicamente devastados. Muchos han perdido la noción de su identidad, su edad e incluso el país en el que se encuentran.
Desde su construcción en 1987, Sednaya se consolidó como un centro de represión política en Siria. Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han documentado en informes previos las atrocidades cometidas en este lugar, calificándolas de crímenes de lesa humanidad. Torturas físicas y psicológicas inimaginables eran el pan de cada día para los detenidos, cuyo destino era muchas veces desconocido, incluso para sus familias.
Un futuro incierto
A pesar de la esperanza que genera la caída del régimen de Al-Asad, el futuro de Siria sigue siendo incierto. Las nuevas autoridades están encabezadas por facciones islamistas como Jabhat Fateh al-Sham, cuyo líder, Al Julani, ya ha instaurado medidas como la policía moral en las áreas bajo su control. La transición política enfrenta un futuro desconocido, con sectores que abogan por la implementación de la sharia y otros que exigen elecciones democráticas.