Madrid |
El problema llegó a la hora de la entrega, justo en el momento en que descubrieron que la máquina, de 2 metros de alto por dos metros de ancho, no cabía por la puerta -de hecho por ninguna de las puertas- del Parlamento irlandés, cuya sede está en Dublín.
Ante el problema se optó, primero por intentar devolverla al vendedor, pero resultó imposible debido al contrato firmado, que no permitía la devolución. Ante ello se tomó la decisión de emprender una reforma arquitectónica que permitiera meter la máquina en el edificio demoliendo algunas paredes. El coste subió otros 230.000 euros, aunque mientras se llevó a cabo, la impresora estuvo guardada en una nave con un alquiler mensual de 2.000 euros.
Finalmente, hace un par de meses, la impresora quedó instalada en su ubicación definitiva: las dependencias del Parlamento irlandés, pero apenas se usa. Es tan complejo que el personal de la institución no sabe cómo hacerlo. Y puestos a gastar, han decidido negarse a aprender hasta que no les aumenten el sueldo.