Kamala Harris ya ha tomado posesión del cargo con el que entra en la historia de Estados Unidos: será la primera Vicepresidenta. Para conocer mejor a la mano derecha de Joe Biden al frente de la Casa Blanca durante los próximos cuatro años, podemos remontarnos al debate de los candidatos a vicepresidente, que tuvo un momento decisivo cuando la entonces senadora por California, Kamala Harris, harta de que Mike Pence pisara sus respuestas, fijó en él una mirada a caballo entre fiscal y maestra de escuela y le dijo “Señor vicepresidente, estoy hablando”. Ante la reprimenda, Pence bajó la cabeza y para muchos ya no la levantó en todo el debate ni para sacudirse la mosca que aterrizó en su testa. La caballería de Trump, a golpe de tweet, llegó a tiempo para calificarla de “monstruo” y “comunista”, lo habitual, pero salpicado también de estereotipos como el de “mujer negra cabreada”, racialmente cargados. ¿Es Kamala Harrris la radical que pintan los republicanos o una progresista pragmática como dicen sus defensores?
Kamala Harris, la "pionera"
Con la victoria de Joe Biden, Harris rompe no un techo de cristal, sino tres, ya que no solo es la primera mujer vicepresidente, sino también la primera persona de raza negra y asiática en hacerlo. Ser la primera le ha valido para que el servicio secreto le haya asignado “pioneer”, pionera, como nombre en clave.
Harris es hija de padre jamaicano y madre india, los cuales llegaron a la universidad de Berkeley, cuando este campus universitario era el hervidero de la protesta social y la lucha por los derechos civiles. Sus padres acudían al mismo grupo de estudios afroamericanos del que salió, entre otros, uno de los fundadores de los panteras negras. Desde muy niña, los padres la llevaban a manifestaciones de las que ella solo recuerda un mar de piernas pero que le dejaron marcada un profundo sentido de la justicia. Su padre, Donald Harris, es profesor de economía en la Universidad de Stanford. Su madre, Shyamala Gomala, científica especializada en biomedicina falleció de cáncer en 2009.
Criada en la cultura afroamericana, con raíces hindúes
Tras el divorcio de sus padres cuando ella tenía cinco años, Shyamala Gopalan tomó la decisión de criar a Kamala y a su hermana como afroamericanas, porque sabía que esa era la percepción que iban a tener desde fuera. Por eso Harris se define como una baptista negra, porque la comunidad negra fue su grupo de apoyo. A pesar de ello, siguió manteniendo contacto con su familia india en Chennai, en el estado de Tamil Nadu, a través de los viajes periódicos que organizaba su madre. En la convención demócrata galvanizó al electorado de origen indio cuando usó la palabra tamil “chithis” (tias). Ni que decir tiene que Painganadu, el pueblo de su abuelo materno, se llenó de murales con el retrato de Kamala “corazón de león”. Su familia india estuvo en Washington cuando tomó posesión de su escaño como senadora en 2017.
El interés por la política le viene de familia
Habría sido difícil que Harris no se dedicara a la política. No solo por sus padres que participaron en las manifestaciones por los derechos civiles y la extensión del voto a los afroamericanos, sino que sus propios abuelos maternos habían luchado para liberar a India del yugo colonial británico y realizaron una labor educativa para extender el uso de anticonceptivos en los pueblos de Tamil Nadu. Nada más llegar a Howard, la joya de la corona de las universidades negras, Harris participó en manifestaciones contra el apartheid de Sudáfrica. Sin embargo, al graduarse había decidido que sería fiscal, que trabajaría desde dentro del sistema, donde “no tenía que pedir permiso para hacer cambios”. Y así comenzó un camino que le llevó de fiscal de distrito a fiscal general de California. Y finalmente al Senado en 2016.
Firme defensora del Green New Deal
Kamala Harris fue, al comienzo de las primarias, una de las favoritas para obtener la nominación demócrata, pero se desinfló a las primeras de cambio. Sin embargo, ese año en Washington se reveló como una defensora del Green New Deal, siendo una de las proponentes de la iniciativa. Harris apoya un plan de 10 trillones de dólares para que en 2045 los Estados Unidos se hayan sacudido la dependencia de los combustibles fósiles. Se muestra a favor de acabar con el fracking y facilitar las demandas contra la contaminación producida por las empresas petrolíferas. Los activistas climáticos están con ella, porque piensa que su estilo se complementa con el de Biden para canalizar fondos hacia las energías renovables y, sobre todo, porque para buena parte del lado republicano el cambio climático no es una conspiración marxista.
La candidata demócrata a la vicepresidencia no descarta la idea de demandar por daños a las firmas petroleras. “Tal vez sea la fiscal que hay en mí, pero estas compañías deben ser responsables de sus actos”. Con su estilo de fiscal, un punto suavizado según sus críticos por la cercanía de las presidenciales, Harris no dejó pasar la confirmación de Amy Coney Barnett en el Senado para preguntarle sobre verdades básicas aceptadas por la ciencia “¿Cree usted que el Covid19 es infeccioso? ¿El tabaco produce cáncer de pulmón?”. Cuando Barrett respondió afirmativamente, pasó a preguntarle directamente si creía en la existencia del cambio climático. La nueva jueza del Supremo afirmó que eso era algo “controvertido”, rechazando el consenso científico.
La justicia racial, entre sus prioridades
Harris no cree en revoluciones, sino en la acumulación de pequeños cambios incrementales y aplica este enfoque a la justicia racial. Sin embargo, la muerte de Breonna Taylor, cuando la policía entró a tiros en su casa sin avisar y, sobre todo, la de George Floyd, la acercaron mucho más a los planteamientos de Black Lives Matter. En el debate con Pence mencionó “Los ocho minutos y 46 segundos en los cuales toda América fue testigo de cómo un hombre fue torturado y asesinado”, refiriéndose a la rodilla en el cuello de Floyd. Para Harris “no existe una vacuna contra el racismo”, y admite que conseguir que la justicia trate a blancos y negros igual es un trabajo que debe involucrar a toda la sociedad. Como Fiscal General de California se vio muchas veces involucrada entre una izquierda que le acusó en múltiples ocasiones de ser reacia a investigar las muertes causadas por la polícia, como tampoco pidió la pena de muerte para un pandillero que mató a tiros a un oficial. Su programa incluye la despenalización de la marihuana, acabar con las prisiones privadas y con el sistema de fianzas en efectivo.