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Esa hibernación forzada se conseguiría, evidentemente, con la ayuda de fármacos. El lugar de reposo serían unas cápsulas individuales en la que los astronautas podrían dormir hasta 180 días de los 200 previstos que tendría un viaje hasta Marte. El ejemplo imitable es el de ciertos osos o animales grandes que en invierno hibernan para protegerse del frío y el hambre reduciendo su metabolismo. En el caso humano, los investigadores prevén reducir la tasa metabólica humana en un 75%. ¿Cómo? Adquiriendo grasa corporal adicional antes del sueño y rebajando mucho su temperatura corporal.
Dicho todo esto, además de en el diseño tanto del viaje en sí como de las cápsulas, en lo que se trabaja es en comprobar qué vías cerebrales se activan o bloquean durante la hibernación, sobre todo si ésta es prolongada.
También se están analizando los riesgos de lanzar una misión que sería casi robotizada. Habría que optimizar la inteligencia artificial para poder responder ante cualquier emergencia hasta que la tripulación pudiera ser revivida.
¿Ciencia ficción? Quizá. Pero la NASA y la ESA trabajan para enviar humanos a Marte en 20 años.