A medida que se ha ido corriendo la voz de que no hay radares de control de velocidad, ha ido aumentando la inseguridad. En febrero, las muertes por accidente de tráfico se han disparado un 17%.
Además, se han dejado de recaudar por multas en Francia unos 600 millones de euros que por ley deberían haber ido destinados a mejora de las vías.