La madre del niño Connor Horridge, que falleció por una septicemia después de ir varias veces al hospital, ha contado ocho meses después de su muerte la pesadilla que vivieron esos días.
El pequeño, de seis años, empezó a quejarse por un dolor de oídos, pero su familia creyó que se trataba de una molestia común y le trataron pensando que desaparecería rápidamente.
Sin embargo, cinco días más tarde tuvieron que llevarle al hospital porque sus síntomas empeoraron. Los médicos le dijeron que no había de qué preocuparse y le enviaron de nuevo a casa.
Solo un día después, los padres volvieron a trasladarle a urgencias porque el niño presentaba fiebre extremadamente alta, pero los médicos hicieron el mismo diagnóstico.
Cuando cuatro días después la situación ya era irreversible, nada se pudo hacer para salvarle la vida. El pequeño decía "mamá, mis piernas" cuando le llevaron al hospital, según recoge Manchester Evening News.
Los padres creen que si los médicos examinaron Connor adecuadamente, podría haber sido un resultado totalmente diferente.
El hospital admitió que hubo "oportunidades perdidas" y que debían haber avisado a un pediatra más experimentado, aunque el médico que le atendió asegura que nada hacía prever este triste desenlace.