El 29 de Agosto, Ricardo Flores de 21 años y estudiante de derecho y su tío Alberto, venían de comprar materiales de construcción para una reforma que estaban haciendo en su casa y pararon su camioneta a mitad de camino para descansar y tomarse una cerveza. Era una zona cercana a un colegio y una profesora les hizo una foto y la envío a un grupo de whatsapp diciendo que podrían ser los secuestradores de niños que tenia aterrorizada a la población de Acatlan de Osorio donde habían aparecido varios chicos muertos y con signos de que les habían quitado los órganos para traficar con ellos.
El mensaje empezó a correr entre los habitantes y al poco la policía se presento en el parque donde estaban Ricardo y Alberto y los llevó a la comisaria. Para entonces cientos de personas se agolpaban a las puertas de la cárcel reclamando justicia. Los Whatsapp volaban y en otras redes sociales como Facebook se aseguraba que los criminales estaban allí y que iban a ser liberados, la furia se fue contagiando hasta que un grupo de exaltados forzó la celda donde estaban los presos, los sacaron a la calle, los rociaron de gasolina y los quemaron vivos, delante de cientos de personas que grababan la grosera escena con sus móviles.
Dos horas estuvieron los cadáveres calcinados a las puertas de la comisaria hasta que los familiares pudieron reconocerlos sin entender qué había pasado. La justicia determinó que Ricardo y Alberto eran inocentes de unos robos de niños, que por cierto han continuado. Pero el daño, ya estaba hecho, el pueblo reconoce la vergüenza de lo que hicieron. No hay culpables, solo dos ramos de flores recuerdan en la calle, lo sucedido.