Este miércoles se cumplen seis meses del estallido de la Guerra en Ucrania. El pasado 24 de febrero el Ejército Ruso comenzó la invasión con ataques en Kiev, Járkov y Dnipró y el desembarco en Odesa. Desde entonces más de 5.500 civiles han muerto, entre ellos un total de 362 niños, según datos de la Oficina de Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Las regiones de Donetsk y Lugansk han sido las más afectadas, aunque desde Naciones Unidas creen que las cifras reales podrían ser mucho más altas, ya que falta mucha información de otras regiones como Mariúpol, Izium o Popasna, donde también se habla de numerosas víctimas.
Según datos de ACNUR, casi siete millones de refugiados se han visto obligados a abandonar Ucrania, siendo la propia Rusia y Polonia los países a donde más huyen. Siguen Alemania, República Checa, Italia, Turquía y España.
Esta es una guerra que no solo ha tenido consecuencias para los países implicados. Desde el estallido de ésta, Europa está inmersa en una gran crisis energética que podría ser aún mayor en unos meses con la llegada del invierno, los suministros y el precio de los alimentos se han visto notablemente afectados y las tasas de inflación están alcanzando valores históricos en todo el continente.
El precio del gas, la principal preocupación en Europa
Europa sigue preparándose para un invierno que se prevé que esté marcado por inestabilidad energética de los países más dependientes del gas ruso. El gas natural, materia prima que se utiliza para la generación de electricidad, lleva marcando niveles récords durante todo el verano.
El mercado holandés, de referencia en Europa, está marcando en estos últimos días precios superiores a los de principios de marzo, lo que hace presagiar un invierno más que complicado.
El gigante ruso Gazprom, responsable de gasoducto que bombea gas a Alemania, ha anunciado una nueva parada de "mantenimiento" en los próximos días, por lo que Europa pretende llenar sus reservas hasta un mínimo del 80% antes de que empiece el invierno.
Electricidad y carburantes
El precio de la electricidad estaba marcando máximos históricos en España desde meses antes del estallido de la Guerra en Ucrania, aunque este hecho no hizo más que acrecentarlo. El 8 de marzo, apenas dos semanas después del inicio de la invasión rusa, se alcanzó el máximo histórico con un precio de 544,98 euros/MWh.
Tras semanas de negociaciones, los gobiernos de España y Portugal consiguieron la llamada "excepción ibérica" para poner un tope al gas que ha estabilizado los precios durante meses, aunque en los últimos días estamos viendo cómo el precio de la electricidad vuelve a subir hasta precios parecidos a los del inicio de la Guerra.
Este martes el MWh alcanzó los 365 euros, su precio más caro desde que entró en vigor el tope al gas. A pesar de ello, los valores en otros países de Europa siguen absolutamente disparados situándose de forma generalizada por encima de 600 euros/MWh en países como Reino Unido, Francia, Italia o Alemania.
Los carburantes, por su parte, marcaron precios récords en toda Europa al comienzo de la invasión, lo que obligó a los gobiernos a tomar diferentes medidas para frenar esa escalada. Tras seis meses de guerra, el precio medio de la gasolina en Europa es ligeramente superior al del inicio de la invasión. La gasolina se paga a 1,77 euros el litro y el gasóleo a 1,80, este último un 11% más caro.
En España los precios se han estabilizado en las últimas semanas a pesar de que siguen registrando máximos históricos. El Boletín Petrolero de la Unión Europea marcaba hace unos días que la gasolina se vendía en España a una media de 1,59 euros el litro, mientras que el gasóleo lo hacía a 1,60. A pesar de ser máximos históricos en agosto, son un 18% y un 15% inferiores, respectivamente, a los que se marcaban al comienzo del verano.
Durante los seis meses de guerra los precios en España se han mantenido tanto por debajo de la media europea como de países como Italia, Portugal, Alemania o Francia.
Inflación histórica
El pasado mes de julio la tasa de inflación interanual de la zona euro ha alcanzado el 8,9%, lo que supone el mayor encarecimiento de los precios en toda la serie histórica. La inflación fue superior al 10% en 16 de los 27 países que forman la UE, alcanzándose los niveles más altos en Estonia (23,2%), Letonia (21,3%) y Lituania (20,9%). En el último año, los precios de la energía han aumentado un 39,6% y los alimentos frescos se han encarecido un 11,1%, según datos de Eurostat.
En España la inflación se disparó hasta el 10,8% en julio, según datos del INE, la cifra más elevada desde 1984. El incremento ha sido impulsado, principalmente, por el encarecimiento de la energía, aunque también por servicios vinculados al turismo como los hoteles, los vuelos internacionales o los paquetes turísticos.
La tasa de inflación de los alimentos y bebidas no alcohólicas se ha situado en el 13,5%, seis décimas superior a la de junio, alcanzando el máximo histórico de la serie que comenzó en 1994.
Importación de alimentos
Las consecuencias de esta guerra no tardaron en notarse en países de Oriente Medio y el Norte de África. Una cuarta parte de las exportaciones mundiales de trigo provienen precisamente de Rusia y Ucrania, por lo que en países donde ya estaban lidiando con problemas de hambre y escasez de alimentos antes del estallido del conflicto comenzó a notarse mucho más.
Durante meses el trigo ha quedado acumulado en los puertos ucranianos sin poder llegar a las zonas más vulnerables del planeta, que sufren graves crisis alimentarias a causa de la Guerra. Hace unas semanas se firmó un acuerdo entre Rusia, Ucrania, Turquía y la ONU para la creación de un corredor marítimo que diera salida al trigo bloqueado en los puertos. Desde entonces se han podido exportar un total de 600.000 toneladas de productos agrícolas, principalmente cereal, a través de los puertos de Odesa, Chornomorsk y Pivdenny.
En España, el estallido de la guerra provocó miedo ante el posible desabastecimiento de materias primas. Tal fue así que apenas unas semanas después del inicio del conflicto algunos supermercados racionaron el aceite de girasol, del que España importa unas 500.000 toneladas al año, según datos del Ministerio de Agricultura. El precio de este producto subió más de un 13% durante los primeros meses del año.
El desabastecimiento en los mercados recordó a la ausencia de productos durante el confinamiento de 2020, al inicio de la pandemia. Entonces siempre se garantizó el suministro de productos básicos, aunque en esta ocasión sí que existió la preocupación de que se vaciaran las estanterías de los supermercados por la dependencia de España a algunas materias primas ucranianas.