Maya Alper es una de las miles de personas que la madrugada del pasado sábado celebraban un festival de música electrónica cerca del kibbutz Reim, en el sur de Israel y próximo a Gaza.
Mientras los jóvenes bailaban y disfrutaban de la música sin preocupaciones, miembros del grupo islamista de Hamás irrumpieron en el lugar disparando indiscriminadamente y sembrando el pánico.
ZAKA, un grupo de voluntarios que se ocupa de recuperar los restos humanos tras ataques y otros desastres, confirmó el domingo que se habían recogido más de 260 cadáveres. Pero el número de muertos podría aumentar a medida que los equipos continúen limpiando el área.
Maya Alper, de 25 años, sobrevivió a la masacre y su testimonio a 'The Associated Press' es absolutamente aterrador.
Poco después de las 6 de la mañana, la música paró. El festival quedó interrumpido por la sirena de aviso de ataque con misiles e inmediatamente grupos de milicianos armados a bordo de camionetas abrieron fuego en todas direcciones.
Alper corrió hacia a su coche y salió a la carretera principal. Allí se encontró con una multitud de gente que gritaba a los conductores que dieran la vuelta. Hombres y mujeres aterrorizados que se tambaleaban y caían a un suelo lleno de charcos de sangre.
Muchos de los asistentes estaban borrachos o drogados, lo que magnificó su confusión y estado de pánico.
Mientras tenía lugar la matanza, la joven de 25 años metió en su coche a algunos jóvenes que parecían desorientados y, posteriormente, aceleró en dirección opuesta.
Uno de ellos le dijo que había perdido a su mujer, otra le contó que acababa de ver a milicianos de Hamás matar a tiros a su mejor amiga. Otro joven murmuraba sin cesar: "Vamos a morir".
"Ningún lugar era seguro", aseguró la joven. El rugido de las explosiones, los gritos y los disparos automáticos se sentían muy cerca.
Cuando uno de los hombres de Hamás gritó cerca de ellos "¡Dios es grande!" Alper y sus compañeros saltaron del vehículo y corrieron a esconderse a una zona de arbustos.
"No puedo explicar lo eufóricos que estaban los terroristas. No nos veían como seres humanos", relató Alper. "Nos miraban con puro odio"
Durante más de seis horas, Alper y otras miles de personas se escondieron esperando que llegase la ayuda del Ejército israelí mientras los terroristas de Hamás disparaban con armas automáticas y lanzaban granadas.
