Continúa sin éxito la amplia operación de búsqueda y rescate del Titán, un sumergible comercial que desapareció durante una inmersión en los restos del naufragio del Titanic.
Según los guardacostas estadounidenses, se perdió el contacto con el sumergible al cabo de una hora y 45 minutos de inmersión, con cinco personas a bordo. La embarcación fue reportada como perdida a las 9:13 pm hora local del domingo 18 de junio.
La expedición estaba a cargo de la empresa estadounidense OceanGate y formaba parte de un viaje de ocho días en el que los participantes pagaban 250 000 dólares por cabeza para visitar el pecio. Desde el lunes por la tarde, el contralmirante John Mauger, de la Guardia Costera estadounidense, declaró que la embarcación disponía probablemente de entre 70 y 96 horas de oxígeno para los pasajeros. El tiempo se agota.
Los restos del Titanic se encuentran a unos 3 800 metros de profundidad en el Atlántico, a 700 km al sur de St John’s (Terranova). Encontrar un vehículo submarino del tamaño de un pequeño autobús en esta vasta y remota extensión de océano no es tarea fácil. Esto es a lo que se enfrentan los equipos de búsqueda y rescate.
Desaparece el sumergible Titán de OceanGate
Los sumergibles son embarcaciones tripuladas que se desplazan de forma similar a los submarinos, pero dentro de un radio de acción mucho más limitado. Suelen utilizarse para la investigación y la exploración. A diferencia de los submarinos, acostumbran a tener una ventana que permite a los pasajeros mirar al exterior y cámaras exteriores que ofrecen una visión más amplia del sumergible.
El sumergible desaparecido en cuestión es una moto acuática OceanGate llamada Titán que puede llevar a cinco personas a profundidades de hasta 4 000 m. El Titán mide unos 6 metros de largo y alcanza una velocidad de unos 5,5 km por hora. Aunque los sumergibles suelen estar conectados a una embarcación de superficie mediante un cable de sujeción, el vídeo y las fotos sugieren que el Titán probablemente funcionaba de forma independiente de la embarcación de superficie.
Según el sitio web de OceanGate, el Titán se utiliza “para la inspección y el reconocimiento de emplazamientos, la investigación y la recopilación de datos, la producción de películas y medios de comunicación y las pruebas de hardware y software en aguas profundas”.
También cuenta con un “sistema de monitorización de la salud del casco en tiempo real (RTM)”. Es probable que incluya galgas extensométricas para controlar la salud del casco de fibra de carbono del Titán. Una galga extensométrica es un tipo de sensor que puede medir la fuerza aplicada y las pequeñas deformaciones del material resultantes de los cambios de presión, tensión y peso.
El casco de fibra de carbono del Titán conecta dos cúpulas de titanio compuesto, un material capaz de soportar las presiones de las profundidades marinas. A 3 800 metros bajo el nivel del mar (la profundidad del Titanic) se pueden esperar presiones unas 380 veces superiores a la presión atmosférica a la que estamos acostumbrados en la superficie de la Tierra.
Comunicación y rescate
El Titán dispondría de un enlace acústico con su buque de superficie, establecido a través de un traspondedor (un dispositivo para recibir una señal sonar) en su extremo, y un trasceptor (un dispositivo que puede tanto transmitir como recibir comunicaciones) en el buque de superficie.
Este enlace permite el posicionamiento acústico submarino, así como el envío de mensajes cortos de texto de ida y vuelta al buque de superficie. Pero la cantidad de datos que pueden compartirse es limitada y suele incluir información básica de telemetría y estado.
El Titán es una embarcación que funciona con baterías. Dado que ha perdido todo contacto con su buque de superficie, es posible que haya sufrido un fallo eléctrico. Lo ideal sería disponer de una fuente de energía de reserva de emergencia (como una batería independiente) para mantener los equipos de emergencia y de soporte vital, pero no está claro si el Titán la tenía.
Según los informes, para localizarlo se están utilizando al menos dos aviones, un submarino y boyas sonar. Estas boyas están a la escucha de ruidos submarinos, incluidas las balizas de socorro que puedan haberse disparado.
Uno de los principales retos de las labores de rescate será hacer frente a las condiciones meteorológicas, que reducirán aún más el ya de por sí estrecho margen de búsqueda.
¿Qué podría haber ocurrido?
En el mejor de los casos, el Titán puede haber perdido potencia y llevará incorporado un sistema de seguridad que le ayudará a volver a la superficie. Por ejemplo, puede estar equipado con pesos adicionales que se dejarían caer para aumentar instantáneamente su flotabilidad y devolverlo a la superficie.
Otra posibilidad es que la embarcación haya perdido potencia y haya acabado en el fondo del océano. Este sería un resultado más problemático.
En el peor de los casos habrá sufrido un fallo catastrófico en su carcasa a presión. Aunque el casco de material compuesto del Titán está construido para soportar las intensas presiones de las profundidades, cualquier defecto en su forma o construcción podría comprometer su integridad, en cuyo caso existe el riesgo de implosión.
Otra posibilidad es que se haya producido un incendio a bordo, por ejemplo por un cortocircuito eléctrico. Esto podría comprometer los sistemas electrónicos del vehículo que se utilizan para la navegación y el control de la embarcación. Los incendios son desastrosos en entornos submarinos cerrados y pueden incapacitar a la tripulación y a los pasajeros.
El tiempo es esencial. Los equipos de búsqueda y rescate tendrán que encontrar el buque antes de que se agoten sus suministros limitados de oxígeno y agua.
En los círculos científicos hay un debate en curso sobre el mérito relativo de los sumergibles tripulados, en el que cada despliegue conlleva un riesgo para la seguridad, y la seguridad de la tripulación y los pasajeros es primordial.
En la actualidad, la mayor parte de la investigación submarina y del trabajo industrial en alta mar se realiza con vehículos no tripulados y robóticos. La pérdida de uno de estos vehículos puede comprometer el trabajo que se está realizando, pero al menos no hay vidas en juego.
A la luz de estos sucesos, es probable que se produzca un intenso debate sobre los riesgos asociados al uso de estos sistemas para apoyar el turismo en aguas profundas.
Stefan B. Williams, Professor, Australian Centre for Field Robotics, University of Sydney
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.