Cinco cumbres en menos de un mes para hablar más o menos de lo mismo: del susto que nos ha metido en el cuerpo Donald Trump a los europeos forzando a Zelenski a negociar con Putin. Y un susto trae otro susto, este es el segundo tema estrella del día: puesto que ya no podemos contar con el amigo americano, a ver cómo hacemos a partir de ahora para financiar nuestra propia defensa.
Lo que, dicho en palabras mucho más amables, y sobre todo más propias del lenguaje de conclusiones de este tipo de cumbres, viene a ser que ya va siendo hora de que Europa encuentre su independencia estratégica. Su lugar en el mundo. Un lugar donde hacerse respetar con un ejército que sea, al menos, digno del tamaño de nuestra economía, que tomada en conjunto, es decir, los 27 estados miembros a la vez, viene a ser, a pesar de lo poco que nos lo creemos, una economía de superpotencia.
Así que, como decíamos y ahora repetimos, ya van cinco cumbres: una extraordinaria en Bruselas, otra en París, dos en Londres, y ésta de hoy. Y la de hoy es la única que estaba prevista desde siempre, las otras eran extraordinarias. Y aunque se suponía que las otras estaban previstas para preparar ésta, resulta que no va a servir para aprobar algo tampoco. Eso sí, “se va a avanzar”, describen fuentes diplomáticas.
Para avanzar, desde luego, ya tienen algunos elementos encima de la mesa. Von der Leyen ha presentado su plan de defensa europea que dice que para el 2030, gastando 800.000 millones de euros, vamos a ser un solo ejército. Uno que va a dar miedo.
Y Kaja Kallas, la Alta Representante, ha presentado su propio plan –“redundante” según algunas capitales- en el que insiste en que hay que comprar mucho “made in Europe”, todos a una, que si lo hacemos nos lo financian con 150.000 millones de euros en prestamos comunitarios.
¿Qué falla entonces para que no estemos cerrando ya acuerdos? Falla que, aunque las capitales cada vez que hablan nos digan que estamos en un cambio de ciclo inevitable que ha traído un despertar europeo, somos muchos y no estamos de acuerdo.
Cada uno, lo suyo
España quiere que en el concepto de defensa se incluyan los gastos de vigilar también las fronteras sur. Porque no sólo existen los vecinos de Rusia, también están los vecinos de Marruecos, aunque luego se tenga un cuidado exquisito en no mencionar al reino alauita al que hay que deducir por un proceso lógico y natural.
Y luego, la inmigración. Y ya puestos el cambio climático. Y la ciberseguridad también. Y en el fondo todo lo que venga bien visto que nos lo íbamos a gastar de todas formas y así cuenta para subir ese cálculo del tanto por ciento del PIB nacional dedicado a defensa (¿será el 2, el 3, el 4%?).
La Comisión Europea dice que tenemos que hacernos las armas en Europa para que el “savoir faire” se quede aquí. Y el dinero también, y no en EEUU, que eso es lo que seguro quería Donald Trump cuando nos regañó diciendo que “no pagábamos lo que teníamos que pagar” en la OTAN.
Pero ahora resulta que muchos países aún no tienen muy claro que quieran dejar de comprar armas importantes al tío Sam. Porque es como el primo de Zumosol, la mejor garantía de defensa y también hay que tenerle contento, que nunca se sabe. Una vela a Dios y otra al diablo. Y además, razonan, si aún queremos creer en lo que queda de la Alianza Transatlántica más vale que nuestros sistemas de defensa aún sean compatibles.
Sí, pero no tan compatibles para que luego sea el inquilino de la Casa Blanca de turno -y ya sabemos que puede pasar cualquier cosa- quien decida a qué guerras podemos ir y a cuáles no porque no nos suministre repuestos. O simplemente las últimas descargas del software que hacen que un misil vuele y acierte en vez de caerse a 100 metros.
Estos no son los únicos desacuerdos. España quiere eurobonos para financiar la defensa. A veces los llama así. A la mayoría de las delegaciones les da vergüenza ser tan osadas. Otras veces Madrid pide transferencias directas, subvenciones.
Todos subterfugios para no decir lo que en realidad es: dinero gratis que llega no en forma de préstamos sino de regalos. Y es por eso por lo que pide que se suba el presupuesto comunitario de los próximos seis años, que hasta ahora es un raquítico 1% del PIB de todos los estados miembros. Pero si lo subimos, puede que se consiga este dinero en pagos contantes y sonantes.
La batalla ucraniana
Y nos faltan las discusiones sobre la paz en Ucrania. Los europeos siguen hablando como si estuvieran en la mesa de las negociaciones, pero no lo están. Todavía son la voz lejana que oyen muy de lejos Trump y Putin cuando hablan por teléfono. Y esto a pesar de los esfuerzos de Zelenski, que siempre que puede, y no puede tanto, le insiste a Trump que los siente a la mesa, consciente de que son sus últimos aliados que le quedan en pie.
Francia y el Reino Unido dicen que enviarán tropas, Rusia dice que por encima de su cadáver, y el resto se pone de perfil. Menos Italia, que dice claramente que para nada, nunca jamás, que eso son palabras mayores y meter a Italia, probablemente en una Guerra Mundial, hay que parar para pensárselo un minuto.
Giorgia Meloni ni siquiera habla todavía de con cuántos euros piensa ayudar militarmente a Ucrania este año. De nuevo, con una sinceridad meridiana, dice que para qué, si todavía no sabe si va a ver paz o guerra, que quiere ver cómo van primero las negociaciones.
Por cierto, a España le ha molestado sobremanera que la Alta Representante haya hecho una propuesta de ayuda a Ucrania que supone triplicar los 1000 millones que con fanfarras y tamboriles había ya ofrecido a Kiev Pedro Sánchez. Plan al que fuentes diplomáticas españolas, quizás de forma interesada, no ven mucho futuro. Otras fuentes igualmente diplomáticas, también interesadas pero de otros países, dicen que es un plan fabuloso.
En esto de la ayuda a Ucrania, Hungría ya ni entra en el debate. Mientras la dejen al margen, vivirá y dejará vivir. Y así mil y una de estas batallitas que veremos en el día de hoy. Pero acuerdos contantes y sonantes, pocos.
Por cierto, aunque sólo sea por afán completista, que sepan que Zelenski vuelve a intervenir; que los 27 comen con el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres; que por primera vez hablan del nuevo presupuesto europeo; y que habrá una declaración sobre Oriente Medio que no estaba prevista pero que se ha decidido hacer para “deplorar” (que no “condenar”) los últimos ataques con misiles israelíes sobre la población civil en Gaza.