Apenas habían pasado unos meses de la llamada noche de los cristales rotos en las que los nazis habían quemado sinagogas y matado a cerca de un centenar de judíos. Su primer destino era la Habana, pero al llegar las autoridades cubanas les negaron la entrada a pesar de que contaban con los visados correspondientes, lo intentaron después en EEUU, pero el país estaba en plena campaña electoral y a algunos les pareció peligroso admitir el barco, la ultima esperanza la tenían en Canadá, pero el Gobierno liberal también los rechazo argumentando su falta de visados.
Con todos los puertos cerrados al San Luis solo le quedo la opción de volver a Europa donde el futuro de los judíos era cada vez más incierto. En Europa solo 4 países se ofrecieron a recibirlos: Francia, Bélgica, Holanda y Reino Unido. Los tres primeros cayeron a los pocos meses ante al avance alemán. Y 250 de los pasajeros que iban en el san luis terminaron en campos de exterminio. Más suerte tuvieron los que llegaron al Reino Unido, entre ellos, Gerald Granston, uno de los pocos pasajeros que quedan con vida de aquella epopeya.
Este miércoles, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau ha entonado el mea culpa en nombre de todo el país. "Hay poca duda, ha dicho, de que nuestro silencio permitió que los nazis lograran su cometido, la 'solución final' , el exterminio judío".