Esta montaña dio a lo largo de cientos de años refugio a otros ermitaños que, a diferencia del Padre Escobar, llegaban a las cuevas por obligación, escapando de la persecución religiosa a los cristianos, sobre todo en la época del Imperio Otomano. Escobar también huyó, sí, pero de la vida moderna, de la civilización. Ahora es el único que resiste en las laderas de este inmenso macizo. Tiene 84 años, como dices ha pasado los últimos 18 en esta cueva, que ha convertido en ermita.
Antes de llegar, dice, tuvo que prepararse a conciencia para sobrevivir a las duras condiciones de la vida allí, en la aislada Cordillera del Líbano. El Padre Escobar utiliza para dormir una cama de tablas de madera, con la que combate la humedad y una gran piedra como almohada. Dice que para dormir cinco horas es más que suficiente.