La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la depresión como un trastorno mental frecuente que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.
Ester Ricós, Coordinadora de la Unidad de Salud Mental del Adolescente de Ita explica que, en el caso de la depresión en menores de edad, estas características varían en relación a la edad y al nivel de desarrollo del niño:
- Primera infancia (antes de los 6 años): suele manifestarse a través de irritabilidad, fobia escolar, dolores, quejas somáticas y/o enuresis (incontinencia urinaria).
- Etapa escolar (de los 7 años hasta la pubertad): se observa desde la apatía, irritabilidad, agresividad, falta de concentración, disminución del rendimiento escolar, trastornos del sueño, aumento o disminución del apetito y/o trastornos somáticos.
- Adolescencia: la tristeza se suele transformar en comportamientos desafiantes y negativistas ante las normas, marcada irritabilidad y agresividad, aislamiento social y problemas de autoestima.
De acuerdo con la experta, los adolescentes que sufren depresión se exponen a situaciones de riesgo como el abuso de alcohol u otras sustancias. "Expresan sentimientos de poca valía, de desesperación, dificultad para concentrarse, llanto frecuente, subida o bajada de peso, cambio en el apetito, trastorno en el sueño y cansancio", incide Ricós. "En ocasiones pueden tener pensamientos relativos al suicidio o a las autoagresiones", añade.
Por su parte, Abigail Huertas, licenciada en medicina por la Universidad Autónoma de Madrid y especialista en psiquiatría en el Hospital Universitario de la Princesa, detalla que los síntomas de la depresión en menores de edad se pueden dividir en dos grupos principales:
- Síntomas internalizadores: son más frecuentes en niñas, pero también pueden darse en niños. Consisten en apatía, poca energía y a veces se centran en los estudios.
- Síntomas externalizadores: son más típicos de niños, y consisten en conductas desajustadas, malhumor, peleas e inquietud. Se vuelven mucho más visibles y molestos para el entorno.
¿Cómo se puede identificar la depresión en menores de edad?
Ángela Socastro, psicóloga general sanitaria, co-fundadora de Mente Balú y profesora colaboradora de la Universidad CEU San Pablo, sostiene que, a pesar de que diferenciar la depresión de las fluctuaciones emocionales normales en menores es una tarea compleja, existen ciertos indicadores que podrían señalar un problema más serio. "Un cambio de ser tranquilo a estar irritable o alterado, el deterioro en el rendimiento académico, como suspensos o problemas de conducta, y la pérdida de interés en actividades previamente disfrutadas son señales clave", explica la psicóloga.
Socastro destaca también la importancia de evaluar estos cambios desde una perspectiva amplia, considerando información de familiares, educadores y amigos, y observar la persistencia de estos comportamientos.
"En casa, se debe estar alerta a nuevos comportamientos como descuido en la higiene personal, desorden, abuso de sustancias o conductas delictivas", cuenta. "En la escuela, los signos a observar incluyen malos resultados académicos, absentismo, aislamiento social y problemas de comunicación", añade.
Por su parte, Ester Ricós identifica nueve señales principales de alerta:
- Estado de ánimo más triste e irritable de lo habitual, afectando a la convivencia con el grupo de amigos, en el aula, y con la familia.
- Pérdida de interés o de placer, dedicando cada vez menos tiempo a sus hobbies o a su deporte favorito, con un aislamiento social mayor.
- Cambios en los hábitos alimentarios, con repercusión en el peso (incluso con estancamiento en la curva ponderal).
- Cambios a nivel psicomotor, con la inquietud característica que no le permite al niño parar quieto o, en cambio, con enlentecimiento en las respuestas y movimientos.
- Pensamientos de inutilidad, de culpa, de minusvalía, con falta de iniciativa para realizar los hábitos y actividades de la vida diaria.
- Aumento de la fatiga, pérdida de energía.
- Dificultades para concentrarse más de lo habitual (bajada brusca en el rendimiento escolar o quejas en relación con la falta de memoria).
- Pensamientos de muerte (con o sin intentos de suicidio)
- Conductas autolíticas, que implican un daño directo y deliberado hacia uno mismo
Coincidiendo con las expertas, Nuria Núñez, psiquiatra experta en salud mental en niños y adolescentes y autora del libro Los niños también se deprimen (2024), sostiene que, habitualmente, todos los menores y adolescentes tienen alguna de estas conductas.
Sin embargo, la psiquiatra sostiene que la clave es averiguar si estas señales de alarma son comunes en ellos, si otras personas también ven cambios en ellos o si las conductas están afectando a uno o varias áreas de su vida.
Estrategias efectivas para ayudar a los menores que sufren depresión
Nuria Núñez explica que en un menor que sufre una depresión debe haber una intervención lo más temprana posible, ya que la propia depresión crea una situación de neurotoxicidad en un cerebro que está en desarrollo. “Si no solucionamos esa situación de estrés neuronal, ese cerebro no va a desarrollarse al mismo nivel que si no tuviera depresión”, alerta.
Por este motivo, las especialistas en salud mental destacan ocho intervenciones efectivas a nivel familiar que son importantes tanto para prevenir la aparición de síntomas depresivos, como para poder reducirlos:
- Observar cambios de comportamiento: prestar atención a cambios drásticos, como pasar de tranquilo a irritable o alterado.
- Rendimiento académico: estar alerta a la disminución en el rendimiento, como suspender asignaturas o comportamiento disruptivo en la escuela.
- Interés en actividades: notar la pérdida de interés en asistir a clases o en actividades que previamente disfrutaban.
- Perspectiva holística: incorporar información de la familia, profesores, orientadores y amigos para una comprensión completa.
- Duración y consistencia: evaluar la persistencia y regularidad de estos comportamientos y cambios.
- Comportamientos en el hogar: atención a conductas como la falta de higiene personal, desorden, abuso de sustancias o actividades delictivas.
- Signos en la escuela: observar absentismo escolar, aislamiento social, problemas de comunicación e irritabilidad.
- Evaluación general: distinguir si estos comportamientos representan un cambio en su conducta habitual, si impactan diferentes áreas de su vida y si son observados por personas cercanas.
Además, Abigail Huertas sostiene que la terapia de orientación cognitivo conductual ha demostrado su eficacia en la depresión infantil, junto con psicoeduación y apoyo a la familia, y en muchas ocasiones combinada con fármacos antidepresivos, que, de acuerdo con la doctora, son seguros y eficaces en niños, ya que se utilizan desde hace más de 50 años.