La nutrición que llevamos a cabo es muy importante para nuestro cuerpo, pero hay momentos en los que la comida puede convertirse en un catalizador de nuestro estado anímico, y el estrés nos puede llevar a hábitos poco saludables. Es justo aquí cuando entra en juego el hambre emocional.
Tal y como explica Mónica Herrero, especialista en Nutrición y Dietética en Zaragoza, hay dos tipos de 'hambre emocional'; el fisiológico -que es aquel que parece de forma gradual y con cualquier alimento se puede satisfacer y hace un efecto de saciado-, y el emocional que aparece de repente y suele ser por un alimento en concreto y no genera saciedad.
Esto nos lleva a preguntarnos, ¿por qué nos crea este tipo de hambre algunos alimentos? "Suelen ser aquellos que hacen un efecto dopaminérgico en nuestro cerebro, generando endorfinas por un instante; además de que no se suele disfrutar de comerlo, porque puede ser un consumo más impulsivo y casi no se mastican", aclara Herrero.
¿A qué se debe este tipo de hambre? ¿Hay perfiles de personas que puedan sufrirlo más?
Más allá de que haya alimentos que puedan provocarnos el hambre emocional, el verdadero motivo de esta actitud se debe a nuestro estado anímico: "Suele producirse, por estrés, ansiedad, tristeza, depresión, aburrimiento, con emociones negativas que no nos gusta sentirlas y para poder evadirnos de ellas, hay personas que se vuelcan en los alimentos insanos".
De hecho, muchas personas despiertan a su hambre emocional con alimentos altos en grasas y azúcares, que, sin duda, tiene un componente adictivo; se suele repetir en el tiempo y hacer un hábito, en este caso, poco saludable.
Consejos para combatir el hambre emocional
Mónica Herrero destaca que "lo más importante, es darnos cuenta de este mal hábito, percibirlo y pensar sobre el porqué me está ocurriendo, cuáles son las circunstancias que hacen que lo repita". Sin duda, si no somos conscientes de estas dinámicas de nutrición que realizamos, no podemos cambiar nuestros hábitos.
Una vez que ya somos conscientes, que puede llegar a ser el paso más difícil. Un consejo que nos indica la nutricionista es "sustituirlo por otra cosa que nos resulte placentera o que nos mantenga la mente ocupada; como escuchar música, leer un libro, ver un capítulo de tu serie favorita, salir a pasear, hablar con una amiga...".
Otra técnica que nos puede ser útil es hacer una lista de alimentos que tomamos o picamos y cada día que apuntemos nuevos, leer los días anteriores, de esta manera se es más consciente y nos ayudará a cambiar este hábito.
Pero renunciar tampoco tiene que ser la solución definitiva, Herrero nos recuerda que "comer algo que nos gusta algún día, no pasa nada y es saludable, pero debemos ser más fuerte que ese alimento que tenemos en mente, son nuestros pensamientos los que tienen que dominar al alimento y no el alimento a nuestros pensamientos".