A Pedro Sánchez le toca de nuevo apelar a la resistencia. Y de eso sabe mucho desde sus inicios y desde que soporta los ataques “hacia él y su familia” -decía el sábado pasado ante el Comité Federal-. Pero para resistir necesita más que nunca un partido que le siga. Que confíe en él como hasta ahora. Y que nadie ose en el próximo congreso de Sevilla poner en duda su estrategia global que hasta ahora ha mantenido al partido en el poder. Porque en la dirección del partido lamentan y mucho las voces críticas de nombres como Emiliano García Page, Javier Lambán y otras en menor tono y medida como las del madrileño Juan Lobato o el extremeño Miguel Angel Gallardo, que mantienen puro el discurso de solidaridad fiscal autonómica "como si Sánchez no lo supiera" -señalaban algunos socialistas en los pasillos de la sede de Ferraz- pero es que"hay que hacer de tripas corazón, si queremos seguir gobernando este país desde la izquierda. Si no, ya sabemos lo que viene" -justificaban otras voces del PSOE apoyando al Sánchez resistente del Comité Federal.
Para empezar -y esto no lo dijo textualmente- el presidente apuntaba en su discurso su intención de seguir adelante con un "gobierno para largo" prorrogando los Presupuestos y con una nueva financiación autonómica por fin con “aire federal”. Porque sin ese calificativo será difícil convencer a los suyos de la necesidad de conceder a Esquerra la soberanía fiscal plena firmada para aupar a Salvador Illa como President.
Nadie desde la izquierda quiere ser el culpable de una moción de censura repentina o un adelanto electoral
Pedro Sánchez da por descontado que de ahora en adelante el PP seguirá en su contra y que sus socios necesarios habituales (ERC, Sumar, PNV, Podemos...) le van a impedir -como ha pasado este primer año- legislar igualmente. Pero Sánchez siempre juega su carta ganadora: "O yo o la ultraderecha en Moncloa" ha dicho muchas veces. Y sabe que gobernar sin legislar no es ilegal, es resistir hasta la próxima. Por eso puede decirse que su debilidad parlamentaria es al final su mayor fortaleza: necesita todos los apoyos pero los apoyos le necesitan a él. Ninguno de sus socios quiere ser el primero en romper la baraja. Nadie desde la izquierda quiere ser el culpable de una moción de censura repentina o de un adelanto electoral y ser señalado como el sereno que le abrió la puerta a un futuro gobierno del Partido Popular.
Por eso, a juzgar por sus palabras del pasado sábado, Sánchez está tranquilo o casi tranquilo. Como mucho reprocha a sus socios del Congreso que sean “más restrictivos que constructivos”, o sea, que le impidan legislar -como ocurre hasta ahora- a base de tumbar casi todas las iniciativas parlamentarias que propone el PSOE. Pero hay vida más allá del Congreso y Sánchez es muy consciente. Por eso dijo que seguirá adelante “con o sin el concurso del poder legislativo”. Y la primera prueba de fuego es la financiación autonómica. Pero Pedro Sánchez tiene varias bazas para salir airoso una vez más, aseguran en el partido: Hablar y convencer bilateralmente a los lideres y presidentes autonómicos (de uno y otro signo) ofreciendo más dinero a sus arcas regionales, condonar deuda, que no es poco y finalmente -como apuntó el pasado sábado en el Comité Federal- permitiendo que las autonomías “tengan nuevas transferencias competenciales y que todas las comunidades que lo deseen recauden y gestionen más gravámenes"
Divide y vencerás. Tan sencillo como eso. Aunque en el PP aseguran que la conjura de los suyos es inquebrantable y que (liderados por Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid) toda discusión sobre el nuevo modelo de financiación autonómica debe pasar por el Consejo de Política Fiscal y financiera. El problema -dicen los expertos más acreditados (Fuente: Fedea, Fundación de Estudios de Economía Aplicada)- es que el privilegio fiscal pactado por Sánchez con Esquerra para Cataluña costará entre 6.000 y 13.200 millones de euros al año a la caja común y conceder ese privilegio a todas las demás autonomías es inviable.