La amabilidad es una excelente cualidad de las personas, pero ser amable en exceso puede acarrear una serie de consecuencias para el propio individuo.
Al ser demasiado simpáticos y caritativos con los demás, es posible que algunas personas se aprovechen de nuestro comportamiento. Esto ocurre cuando perciben la amabilidad como un punto débil, por lo que utilizan el buen hacer para su propio beneficio.
A veces damos tanto por los demás que nuestra amabilidad excesiva acaba siendo un comportamiento tóxico para nosotros mismos. Esto no quiere decir que ser buenas personas y tener en cuenta a los demás esté mal, pero centrarnos exclusivamente en ello sí.
Amabilidad en exceso
Identificar si alguien es demasiado bueno es algo difícil, sobre todo cuando se trata de uno mismo, aunque hay ciertas conductas que marcan patrones indiscutibles de comportamiento.
Ser complacientes
Una de las principales conductas que reflejan que alguien es amable en exceso es la necesidad de ser aprobado constantemente por los demás. Es decir, este tipo de personas suelen tener un fuerte deseo de agradar y ser aceptadas por todos aquellos con quienes interactúan.
El problema entra cuando este comportamiento puede llevarles a aceptar o hacer cosas que no les apetece simplemente por el hecho de evitar cualquier conflicto.
Disculparse en exceso
Algo que parece tan sencillo a priori, como decir "lo siento", a veces puede convertirse en una odisea. Las personas que sufren amabilidad excesiva tienen tendencia a pedir disculpas por todo, lo que refleja una baja autoestima e inseguridad.
También puede parecer que siempre están dispuestos a aceptar la culpa, lo que provoca que se aprovechen de ello y exploten la bondad de estas personas.
Por esta razón, comprender cuándo es necesario disculparse y cuándo no es esencial para prevenir este tipo de comportamientos.
Decir "no"
Este factor está muy relacionado con el hecho de complacer constantemente a los demás. Cuando nos cuesta rechazar algo u oponernos a cualquier iniciativa, es posible que olvidemos nuestras propias necesidades para enfocar nuestras energías en satisfacer la de los demás.
La capacidad de decir "no" es muy importante para prevenir este tipo de situaciones, sobre todo porque constantemente aceptamos cosas que no nos apetece hacer.
Ayudar de forma constante
Es cierto que ser buena persona incluye otras características, como la solidaridad. Sin embargo, ayudar en exceso, sobre todo cuando siempre es la misma persona la que da y nunca recibe, puede acabar en explotación.
Evitar confrontaciones
La idea de causar malestar o angustia es mal trago para las personas que son demasiado buenas. Prefieren sufrir en silencio antes que expresar sus sentimientos o preocupaciones si sospechan que puede acabar en conflicto con la otra persona. Actuar así de manera continuada hace que los demás se aprovechen del buen carácter de estas personas.
Extralimitarse
Sobrecargarse de trabajo y atender a múltiples compromisos puede llevar al agotamiento, pero también abre la puerta a que otros exploten la generosidad las personas. Por ello, es importante saber poner límites y priorizar.
Ceder continuamente y descuidar las necesidades
Las personas demasiado amables suelen tender a ceder constantemente ante las exigencias de los demás. Esto engloba aceptar más trabajo, prestar dinero cuando no pueden permitírselo o acudir a planes con los que no se sienten identificaos.
Actuar así de forma continua provoca que nos olvidemos de nuestras necesidades y preferencias, cuando no debería ser así, ya que tenemos todo el derecho de proteger nuestras ideas.
Los expertos indican que este es uno de los comportamientos más dañinos porque no solo abre la puerta a la explotación, sino que también puede provocar una pérdida de la propia identidad de la persona.