Le dijo que seguramente habría sido una piedra que se desinfectara la herida y se le dolía mucho, que se pusiera hielo. Todo esto sin hacerle ni una prueba y sin, ni siquiera tocarle la cabeza.
El joven se fió del médico y se fue a su casa, pero las jaquecas eran cada vez más graves, los dolores se iban haciendo más fuertes y sentía como un chichón en la cabeza. Al final, tras muchos meses el chico decidió volver al hospital con sus quejas.
Los médicos le hicieron una placa y descubrieron que tenía una bala alojada muy cerca del cerebro. Era tan obvio, que los médicos podían sentir la forma de la bala solo tocando la cabeza, estaba casi a la vista.
Al final, hace unos días, le operaron para sacarle la bala. Y ahí está, tan campante, sin problemas. Los médicos no se explican cómo ha sobrevivido tanto tiempo con un proyectil en la cabeza y con tan pocos problemas. Tampoco Leonardo lo entiende muy bien, pero desde luego, tampoco tiene intención de quejarse.