Encarnación López es una de las miles de mujeres que trabajan sin contrato o con contrato irregular en la industria del calzado de Elche. Son las aparadoras y como consecuencia a esas condiciones, no tienen derecho a cobrar una pensión.
La función de estas trabajadoras consiste en coser zapatos de principio a fin para que cuando lleguen a la fábrica solo les quede pegarles la suela. Sus jornadas pueden ser de 12 horas, y según apunta un estudio realizado por la Universidad de Alicante, el 80% de ellas forman parte de la economía sumergida.
Mujeres como Encarna, forman parte de los barrios más pobres de la ciudad, familias que se remontan a la época de inmigración andaluza y extremeña. López empezó a trabajar como aparadora a los 14 años, pero tuvo que dejarlo a los 17 cuando se quedó embarazada de su primer hijo. A pesar de dejar el taller, Encarna continuó cosiendo desde su casa.
Después de toda una vida trabajando consiguió un contrato en 2012. Hoy tiene 63 años, ha trabajado durante cincuenta, de los que solo ha cotizado nueve y no tiene derecho a pensión. Como ella, se calcula que hay en Elche alrededor de 17.000 mujeres, una ciudad que era y es una fábrica dispersa.
La asociación de aparadoras de Elche y Elda pelean, hoy, por el reconocimiento de su trabajo: pensiones para las que trabajaron y contratos dignos y que se cumplen para las que trabajan hoy