El traslado de armas en barcos desde la Unión Soviética a la República es el telón de fondo. Y un marino mercante, Miguel Jordán Kyriazis, el gran protagonista de sus páginas. “Acaba de cumplir los treinta y cuatro años: alto, fuerte, dorado de cabello y barba, con unos ojos azules equivocadamente ingenuos” como lo describe el autor.
La trama transcurre en abril de 1937. El marino es enviado por el bando nacional a atacar el suministro de armas que viene a la Península a la zona republicana, en barcos desde la Unión Soviética. Tendrá como base de operaciones una pequeña isla en el Egeo donde la vida se verá inmerso en un peligroso triángulo con los dueños de la misma, sobre todo por la actitud seductora de la mujer para quien su marido ya significa poco en el plano del amor.
El Mediterráneo y el Egeo lo es todo
“Necesitaba islas para la historia. Una isla adecuada pero también otras islas alrededor. El Egeo tiene miles de islas. Y además, trabajar aquí tiene un plus y es que de aquí vienen todo, la Democracia, el vino, el aceite, el mármol, los Dioses, viene todo. Entonces, claro, es como volver a la memoria, ese fondo de tres mil años de memoria y de cultura era un incentivo muy adecuado para la historia. Por eso me vine aquí, estuve mirando lugares, miré cartas náuticas, hice una isla imaginaria en la que resumí las islas reales que estuve visitando”.
Acompañamos a Arturo Pérez Reverte a la pequeña isla de Agistri, desde donde nos cuenta porqué quiso ambientar novela en las Cícladas occidentales griegas.
“La isla de la novela no existe. Hay una isla que utilicé al sur de Andros y de Tinos y a poniente de Siros y le puse mi nombre, porque eso me permitía manipular. La ventaja de trabajar con material histórico de verdad es que tienes mucha parte hecha, pero otra tienes que ponerla tú. No puedes dejar que la historia real te perturbe, la historia que quieres contar. Entonces, esa manipulación, sin alterar demasiado la historia pero metiendo tú tu contrabando, es muy importante”.
La Guerra Civil no solo se luchó en la Península
“La gente piensa que la Guerra Civil española se vivió solamente en España y eso no es verdad. Se luchó en el Atlántico los barcos que venían del norte, se luchó en el canal de Sicilia, se luchó aquí en Grecia. Lo que pasa es que esta parte no era my conocida entonces, yo quería contar una historia de corsarios modernos pues era perfecto. Guerra Civil en el 37, los barcos soviéticos que venían a la Península, torpedos que los atacaban, en fin una buena historia de aventuras como yo quería”.
“Pero yo no escribo sobre la Guerra Civil, escribo sobre cosas que pasan con la guerra como telón de fondo. Eso te da una especie de libertad de conciencia. No estás sometido a ideologías ni a estos son los buenos y estos los malos. Yo hablo de hombres, seres humanos en situaciones extremas. Y la Guerra Civil lo fue”.
Es en este punto donde la conversación nos lleva a qué está pasando en la España actual donde algunos, cree Arturo Pérez Reverte, están utilizando la Guerra Civil como herramienta de enfrentamiento.
“Mi familia hizo la Guerra Civil en el bando republicano, el de los vencidos. Pero a mi y a mi generación, me enseñaron de pequeño que la guerra fue un lugar muy complejo donde se daban cita muchas cosas. No había una línea que separara el bien y el mal. A efectos políticos República bien y Franco está mal, eso está claro. Pero a efectos de seres humanos no era exactamente así”.
“Entonces ahora están trazando, gente que ni la vivió ni la conoció, ni se la han contado los testigos, están utilizando la Guerra Civil como herramienta de oposición y de enfrentamiento. Cuando realmente a nosotros nunca a los que nuestros familiares hicieron la guerra, nunca nos quisieron envenenar. No contaminarnos de ideologías, porque sabían que eso llevaría a lugares muy peligrosos”.
Percibimos en la novela asuntos tan esenciales como la amistad, la lealtad, el peligro, la muerte y por supuesto el amor. El triángulo que se crea entre el marino Miguel Jordán Kyriazis, el propietario de la isla que se convierte en base de operaciones, el barón Katelios y su seductora esposa, va a remover la vida del corsario.
“Hay un tipo de mujer que me interesa mucho que es la mujer que está en todas mis novelas. Pero esta vez yo quería a esa mujer…derrotada. Osea, en mis novelas siempre hay una mujer que lucha en un mundo de hombres, con reglas de hombres y que lucha de una manera heroica. Y a menudo gana.
Pero esta vez quería una mujer derrotada; una mujer que ya no tiene segunda oportunidad. Quería una mujer que en ese triángulo entre el marino, su marido y ella, ajusta cuentas con el marido. Hay una cosa muy interesante y es la siguiente: yo creo que el héroe masculino no existe si no hay una mujer que lo mire”.
Los jóvenes, advierte Arturo Pérez Reverte con preocupación, deberían aprender de esta novela que el mundo siempre se desmorona y hay que estar preparados para ello.
“Estamos convirtiendo la historia en una especie de papilla homogeneizada y desnatada que a nadie nutre, que nadie aprovecha y que no vale para nada. Y decimos los jóvenes es que no están preparados. No. Es que carecen de los mecanismos, carecen de la lucidez pero se la hemos quitado nosotros. Yo soy tan culpable como los de mi generación que con los planes de estudio, con la educación, les hemos quitado los mecanismos para comprender. Y viven en un mundo que en cuanto les falla lo que les falle, ese mundo se desmorona. Y el mundo siempre. se desmorona”.
Es en este punto donde surge el debate de hasta qué punto los jóvenes deben saber de la maldad. ¿Hay que ocultársela todo lo posible?
“Hay que estar preparados para el dolor y el desastre. Hay que educar a los niños también en el horror, en el dolor. Hay que educarles también en eso. Que lo tapen, que no lo vean… no no, que vean cómo se sufre y que vean que el mal existe. Porque cuando comprendes el mecanismo del malvado, entonces puedes protegerte mejor y puedes negociar. Pero si le tapas la boca al malo, no sabes qué es el mal”.
Remata el escritor el argumento quejándose de que, en el fondo, los que sostienen a los “malos” del mundo son los “tontos” que les rodean. Sin esos “tontos” el mundo sería mejor.
Arturo Pérez-Reverte nació en Cartagena en 1961. Conoce como pocos escritores el alma humana, con sus virtudes y sus miserias. Ha conocido hombres y mujeres en las situaciones más extremas de guerra y sabe de lo que el ser humano es capaz.
No ajeno a los conflictos en el mundo, que no son para permanecer impasibles, la edad le ha dado sin embargo algo muy importante: sosiego.
La edad me ha dado serenidad
“Tengo sesenta y tres años, he vivido en veintiún países en guerra, he leído no sé cuantos libros, tengo canas en la barba y una edad. Una experiencia vital que uno tiene y que no puedes renunciar a ella. Entonces, eso te da una especie de serenidad a la hora de mirar, que no tienes con veinte años”.
“Con veinte años sufría con las causas y era pro palestino, pro saharaui y pro lo que fuera. Tenías la necesidad natural de militar en causas nobles. La edad te da otra manera de ver el mundo. Te da serenidad”.
“La isla de la mujer dormida” está publicada por Alfaguara.