En menos de 24 horas, se conocerá la sentencia de Daniel Sancho. El asunto no es baladí, hablamos del crimen más mediático del último año que tuvo lugar en agosto de 2023 en Tailandia, un país en el que, para más inri, todavía existe la pena de muerte. Eso sí, este castigo es muy poco probable -casi una quimera- porque el código penal tailandés contempla este tipo de pena para aquellos sucesos en los que la víctima es miembro de las fuerzas de seguridad del Estado o un alto cargo de Gobierno. Edwin Arrieta, la víctima de este caso, era un médico cirujano plástico reconocido en Colombia.
Los crímenes de los que se acusa al hijo del actor Rodolfo Sancho son: asesinato con premeditación, ocultación del cadáver y destrucción de documentación ajena. La clave de su sentencia estará en si se demuestra si realmente fue premeditado (lo que esgrime la acusación) o un homicidio imprudente (el clavo ardiendo al que se agarra la defensa).
Sea como fuere, han pasado más de 365 días desde aquel 2 de agosto de 2023 en el que se produjo el crimen por el que Edwin Arrieta fue presuntamente asesinado a manos de Sancho. Un día después, acabó confesando y, más tarde, Daniel Sancho entró prisión preventiva.
En la prisión de Samui
Hace unos meses, en abril, la agencia EFE relataba que la gravedad del caso y del ruido mediático contrastaban con la situación relajada que se vivía en la prisión de Samui, donde Daniel Sancho ingresó el 7 de agosto del pasado año. "El ambiente es bueno, nos tratan bien y no hay ningún tipo de violencia, ni de drogas", explicaba el propio Sancho a EFE.
Rodeada de naturaleza y situada en una tranquila zona de la turística isla, la cárcel de Samui está considerada en Tailandia un centro penitenciario "amable". A diferencia de otras cárceles del país, está poco masificada y acoge a unos 500 presos, en su mayoría hombres, con penas máximas de 15 años.
La visitas, de 15 minutos y en las que Sancho se mostraba relajado y con buen ánimo, se llevan a cabo en una sala en la que a los presos, alrededor de una decena cada vez, les separa de sus visitantes un cristal, por lo que hay que hablar a través de un teléfono.
Llevar pelo corto es obligatorio. A Daniel Sancho le raparon al poco de entrar, es un protocolo para evitar que cojan piojos. Además, los reclusos tienen un uniforme de camisola y pantalón por la rodilla de color beige, aunque solo se les exige esta vestimenta durante los recuentos diarios y las visitas.
Sancho ha estado en el llamado módulo hospitalario, donde se ha alojado a los presos con algún problema de salud o durante el periodo de adaptación que se concede a algunos extranjeros.
Una celda con más presos
Durante la mayor parte de su estancia, ha compartido celda con una quincena de presos, que duermen en el suelo o sobre una colchoneta. Aunque una remodelación del módulo, lo obligó a compartir celda con hasta medio centenar de presos. Allí pasan unas 14 horas diarias, desde las 4 de la tarde hasta las 6.20 de la mañana, cuando los reclusos deben dejar la celda para el primer recuento del día y el desayuno.
Uno de los principales problemas de las cárceles tailandesas, además de la masificación predominante -un informe publicado este año por la Federación Internacional de Derechos Humanos indicó que el hacinamiento continúa siendo "endémico"- es la falta de actividades, especialmente para extranjeros que no saben tailandés.
Yoga y libros
Daniel Sancho ha enfocado su vida en prisión en hacer yoga a diario por su cuenta y entrenar con otros reos Muay Thai, deporte que ya practicaba antes de entrar en la cárcel. Además, también ha empleado mucho tiempo en leer. Los presos de Samui cuentan con una biblioteca donde pueden recibir libros de sus visitantes previa inspección de los funcionarios. "Estoy leyendo mucho. Llevaba años sin leer", dijo en abril Sancho a EFE.
El joven español enumeró algunos libros que leyó durante su encarcelamiento: desde las novelas del escritor peruano Carlos Castaneda, a libros sobre la Antigua Roma, cuentos de Edgar Allan Poe o “El conde de Montecristo”, de Alexandre Dumas.