Uno de cada cuatro alumnos de los más de 8 millones que hay escolarizados en España estudian en centros concertados. Decidir el colegio en el que quieres matricular a tus hijos se convierte, cada año, en una pesadilla para los padres que se enfrentan por primera vez a este dilema.
La educación privada la pagan íntegramente los padres y queda fuera de la polémica. Pero el Estado financia la pública y la concertada, que además requiere una aportación de los padres. Y aquí empiezan el lío. Tanto el PSOE como Podemos recelan de los conciertos. Y sin embargo la Iglesia defiende la utilidad del modelo.
La Iglesia recuerda que fue, precisamente un ministro socialista, José María Maravall, en 1985, el que impulsó los conciertos para que los centros católicos asumieran la educación donde el Estado no llegaba. Y también para ejercer un control sobre las subvenciones que daba el Estado. Pero lo que entonces se veía como labor social de la Iglesia, hoy se entiende como privilegio.
El traspaso de competencias a las comunidades autónomas lo complicó más. Hay gobiernos regionales favorables a subvencionar la construcción de colegios y otros que las niegan. Lo cierto es que la inversión en la escuela pública ha caído en los últimos años. Y mientras los públicos se han transformado en reductos para los que muchas veces no tienen otra opción.
La sensación en la comunidad educativa es que el debate, no está planteado en términos de calidad de la enseñanza, de qué necesidades tiene la escuela o cómo podemos mejorar el modelo sino que se ha convertido en una cuestión ideológica que tiene a la escuela, y sus alumnos, como víctima propiciatoria .
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