Madrid |
Su protagonista es un ladrón reincidente que decidió desvalijar varias casas de una localidad madrileña, la misma donde él residía. En la primera vivienda no halló nada de su interés, tan sólo una botella de whisky. En la segunda casa, ya bajo los efectos de la bebida, se apropió de un robot de cocina, un aspirador, unos pantalones, una gorra y dos ibuprofenos.
Al tercero de sus objetivos entró por la ventana del cuarto de baño y fue directo a la cocina, donde la emprendió con un jamón serrano del propietario. Envalentonado arrampló después con tres televisores y un disco duro. Pero al irse se olvidó de los enseres que había robado en la casa anterior, incluida la botella de whisky, ya a medias, por cierto. También se dejó en el patio el gorro, la chaqueta y las llaves de su propia casa. En la cuarta vivienda a la que accedió fue descubierto por la inquilina, que se estaba duchando.
Esta historia termina con su detención y con el juicio posterior. El ladrón ha sido condenado a 4 años de cárcel por robo continuado con fuerza. Deberá indemnizar a sus víctimas con 1800 euros.