Era apuesto, encantador, y con una sonrisa que podía desarmar a cualquiera. Ted Bundy no encajaba en el estereotipo de un psicópata. Tampoco tenía los rasgos fríos y amenazantes que podríamos esperar de un asesino en serie. Al contrario, se mostraba como el hombre ideal: inteligente, educado, con una voz suave y la habilidad de hacer que sus palabras calaran hondo.
Durante sus juicios, mientras enfrentaba las acusaciones de múltiples asesinatos brutales, algo extraño sucedía: la gente le apoyaba. Había cartas de admiradoras, mujeres que se desvivían por verlo en el tribunal, periodistas que lo describían como "el asesino más carismático de la historia." Y es que, de alguna forma inexplicable, Bundy lograba inspirar empatía en quienes menos lo esperarían.
Pero no hablamos de un caso aislado. A lo largo de la historia, otros psicópatas han logrado embelesar y manipular a quienes los rodean. Richard Ramirez, conocido como "El acosador nocturno", aterrorizó a Los Ángeles en los años 80, pero aun así recibía cartas de amor en la cárcel. Su apariencia rebelde y su aura oscura, casi seductora, lo convirtieron en un ícono perverso para algunas mujeres que ignoraban sus crímenes despiadados.
Charles Manson, el líder de la infame "familia Manson", tenía un poder hipnótico sobre sus seguidores; una mezcla de carisma, astucia y un extraño magnetismo que lograba que sus adeptos hicieran lo que él pedía, sin cuestionar, sin dudar. Y no olvidemos a Jeffrey Dahmer, el “Caníbal de Milwaukee”, cuya historia ha inspirado películas y series que, de algún modo, lo presentan como una figura incomprendida, logrando que parte del público se sienta fascinada por su historia en lugar de horrorizada.
Pero, ¿qué tiene un psicópata que puede atraer, embaucar y seducir, incluso cuando su rostro es el de la violencia más pura? ¿Por qué algunos se sienten fascinados por estos perfiles?
Nos adentramos en la mente de aquellos que, con tan solo una sonrisa, pueden hacer que olvides el peligro. Porque, al final, cuando el engaño se disfraza de humanidad, la línea entre el bien y el mal se vuelve borrosa... y ahí es donde los psicópatas encuentran su poder.
El rostro oculto de la psicopatía: características que lo definen
Cristina Andreu Nicuesa, psicóloga forense con más de 20 años de experiencia, especialista en psicopatía y abuso sexual infantil, experta en perfilación criminal y doctora en Psicología, explica que la psicopatía se caracteriza por un conjunto de rasgos conductuales que pueden variar en cada persona. "La empatía, por ejemplo, no es una cuestión de blanco o negro; puede presentarse en diferentes grados", aclara. Sin embargo, hay patrones comunes que permiten identificar a un psicópata: falta de empatía, encanto superficial, gran habilidad verbal y capacidad de manipulación.
Aunque muchos presentan impulsividad y dificultades para prever las consecuencias de sus acciones, existen los llamados "psicópatas integrados", que suelen provenir de entornos más acomodados y no necesariamente incurren en actos delictivos para lograr sus objetivos. "Son fríos emocionalmente y no experimentan el miedo de la misma forma que las demás personas, lo que contribuye a un comportamiento parasitario y a mentiras patológicas", señala Andreu Nicuesa.
La psicopatía abarca un espectro de comportamientos, que, aunque no siempre están presentes en su totalidad, suelen combinarse en mayor o menor medida, y cuando se alinean, la situación se vuelve más preocupante.
De acuerdo con la especialista, las señales de la psicopatía pueden aparecer desde la adolescencia o, incluso, desde la niñez. Conductas como emociones superficiales y la tendencia a mentir de forma constante pueden observarse ya en jóvenes de 15 a 17 años. En casos más extremos, se pueden evidenciar comportamientos preocupantes, como la crueldad hacia los animales. "Estos jóvenes tienen dificultades para aprender de sus errores porque carecen de miedo; a diferencia de otras personas, no temen el castigo o el rechazo social", explica la experta, lo que los hace menos propensos a ser condicionados por experiencias negativas.
Otro rasgo común es la tendencia a desafiar la autoridad, así como problemas de conducta persistentes y trastornos de personalidad antisocial y narcisista. Andreu Nicuesa advierte que, si bien hay un componente genético en la psicopatía, también influyen factores externos como entornos familiares disfuncionales y experiencias traumáticas en la infancia, que pueden activar predisposiciones hacia conductas antisociales. "He visto casos donde estas señales se manifiestan en niños muy pequeños y luego se confirman a medida que crecen", añade la experta en psicología forense.
¿Es la psicopatía un sinónimo de violencia?
Aunque los psicópatas representan entre el 1% y el 5% de la población, se estima que están implicados en aproximadamente el 15% de los delitos graves. Sin embargo, como aclara Nicuesa, "no todos los psicópatas cometen asesinatos, y muchos asesinos no son necesariamente psicópatas".
Pero, entonces, ¿cuándo se produce el salto a la violencia?
De acuerdo con la experta en perfilación criminal, este salto, a menudo, "está relacionado con predisposiciones biológicas, como una mayor impulsividad, que puede ser influenciada por factores genéticos y reforzada por experiencias traumáticas en la infancia". Nicuesa también señala que "el entorno social y cultural juega un papel fundamental", incluyendo "la exposición a la violencia, la exclusión social y la normalización de conductas violentas". Algunos psicópatas desarrollan "fantasías violentas que eventualmente pueden materializarse".
Por lo tanto, aunque los psicópatas son responsables de un porcentaje significativo de delitos graves, existen muchas otras razones y perfiles detrás de los homicidios, como "trastornos antisociales, paranoides, narcisistas, problemas de control de impulsos, consumo de drogas, entre otros".
El carisma de la manipulación: ¿por qué algunos psicópatas nos generan empatía?
Cristina Andreu Nicuesa señala que “algunos psicópatas tienen una habilidad innata para manipular y mostrarse carismáticos”. Aunque carecen de empatía emocional genuina, son expertos en “fingir emociones y hacerse las víctimas”, lo que les permite proyectar un encanto superficial que puede resultar cautivador para los demás.
Según Nicuesa, “esta capacidad para engañar les permite hacer creer a la gente que merecen ser comprendidos o ayudados, a pesar de los crímenes atroces que hayan cometido”. Muchos psicópatas son capaces de generar lo que se denomina “empatía cognitiva”. Esto significa que pueden identificar las emociones que los demás esperan o experimentan, lo les permite “fingir el enamoramiento, la inocencia o el victimismo de manera muy convincente”.
La experta también destaca que hay características en las personas que caen en las redes de los psicópatas que las hacen más vulnerables. “El buenismo”, o la creencia de que la mayoría de las personas son buenas, puede llevar a las víctimas a justificar comportamientos inusuales que observan en sus parejas o amigos. Esto provoca disonancia cognitiva, un conflicto mental que les dificulta a la hora de aceptar que alguien cercano pueda tener comportamientos psicopáticos. Además, la dependencia emocional y el apego pueden hacer que sea más fácil caer en estas dinámicas manipulativas.
Otro fenómeno relacionado es el “efecto halo”, donde la atracción física genera una tendencia a asociar belleza con bondad. “La gente manipuladora suele presentarse bien, vestirse de manera atractiva y resultar agradable a la vista”, afirma Nicuesa. “Esa incompatibilidad entre lo que vemos y lo que creemos provoca que la gente se cuestione su percepción y, a menudo, se confunda”.
En sus estrategias de manipulación, en ocasiones, los psicópatas recurren al “gaslighting”, que hace dudar de su memoria y percepción a las personas afectadas. “Las víctimas de psicópatas terminan preguntándose si están locas o si realmente lo que recuerdan es cierto”, explica la especialista. Esta manipulación puede tener efectos devastadores, llevándolas a perder la confianza en sí mismas y en su juicio.
La fascinación que muchos sienten por estas figuras carismáticas no es accidental. Nicuesa sugiere que puede estar relacionada con un “residuo primitivo”, es decir, tendencias instintivas y evolutivas que aún persisten en los humanos, donde se admira la fuerza de carácter. Sin embargo, también existe la idea de querer “salvar” a estos individuos, una ilusión que puede atrapar a muchos en un ciclo de abuso.
Finalmente, la psicóloga enfatiza que, aunque los psicópatas a menudo son retratados en el cine como seres brillantes y carismáticos, “no todos son extremadamente inteligentes; lo que tienen es una falta de escrúpulos que les permite ser audaces en su manipulación”. La idealización de estos personajes en la cultura popular contribuye a su fascinación y, a veces, al deseo de empatía que sienten algunos hacia estos perfiles.