Se trata de una fiesta de Interés Turístico Nacional que el año pasado concitó mucha polémica, cuando Movimiento contra la Intolerancia presentó una querella contra los organizadores por el presunto matiz racista de la fiesta, ya que la figura “quemada” entonces representaba a la presunta asesina del niño almeriense Gabriel Cruz, Ana Julia Quezada.
El alcalde de Coripe, Antonio Pérez, y su concejala de Festejos, Irene García, tuvieron que declarar ante la Fiscalía imputados por un presunto delito de odio, aunque la causa quedó finalmente archivada.
En este 2019 Puigdemont ha sido el protagonista involuntario personificando a “un personaje que se haya caracterizado en los 365 días anteriores por ser especialmente negativo para la sociedad”, a juicio de los organizadores de la fiesta.
La figura con la imagen del expresidente catalán lucía su típico peinado, traje oscuro, un lazo amarillo y una estelada como capa, y ha sido quemada tras ser tiroteada ante los vítores de la gente que llenaba la plaza del pueblo.
Todo ello en el marco del Domingo de Resurrección de Coripe, uno de los días más importantes para la localidad con la tradición del ‘Judas’, una cita en la que, para la ocasión, se recrea el Huerto de los Olivos por el que pasa la procesión del Cristo Resucitado
organizada por la Parroquia de San Pedro y, una vez finalizada es cuando tiene lugar la quema del Judas.
La fiesta culmina cuando el Judas es llevado a la plaza acompañado por los escopeteros, la banda de música y cabezudos, y tras ser colgado de una higuera, colocada junta a la Iglesia para la ocasión, es tiroteado con munición de salva, hasta que empieza a arder y es quemado en su totalidad.
Los organizadores han subrayado que no es una fiesta para crear polémica, sino que simboliza “quemar algo negativo”, aunque han admitido el eco que la decisión de este año puede tener.