Un nuevo estudio publicado en la revista científica 'Nature Communications' y dirigido por investigadores del Imperial College de Londres, han encontrado la clave de la inmunidad contra la pandemia del coronavirus, que comenzó en marzo de 2020. Según indican, tienen menos probabilidades de infectarse de Covid-19las personas con niveles más altos de células T procedentes de los coronavirus que causan los resfriados comunes.
Esta investigación parte de la base publicada por otros estudios que confirman que las células T inducidas por otros coronavirus pueden reconocer el SARS-CoV-2. Sin embargo, en este análisis han examinado cómo la presencia de estas células T en el momento de la exposición al virus influye en que una persona se infecte.
Una vacuna universal contra el coronavirus
Asimismo, esto también puede proporcionan un modelo para una vacuna universal de segunda generación que pueda servir para proteger contra las variantes actuales y futuras del coronavirus, incluyendo la ómicron, la última cepa que ha aparecido y la que mayor transmisibilidad tiene.
La doctora Rhia Kundu, primera autora del estudio, del Instituto Nacional del Corazón y los Pulmones del Imperial College de Londres, ha comentado: "La exposición al virus del SRAS-CoV-2 no siempre da lugar a la infección, y hemos querido entender por qué. Hemos descubierto que los altos niveles de células T preexistentes, creadas por el organismo cuando se infecta con otros coronavirus humanos como el resfriado común, pueden proteger contra la infección con el virus de la COVID-19. Aunque se trata de un descubrimiento importante, es sólo una forma de protección, y me gustaría subrayar que la mejor manera de protegerse contra la COVID-19 es estar completamente vacunado, incluyendo la dosis de refuerzo".
Aunque se trata de un descubrimiento importante, es sólo una forma de protección
Este estudio elaborado por los investigadores del Imperial College de Londres, comenzó en septiembre de 2020, cuando la mayoría de las personas en el país no se habían contagiado de coronavirus ni, tampoco, se había desarrollado la vacuna. Para realizarlo tomaron una muestra de 52 personas que vivían con algún positivo, confirmado con PCR, es decir, que habían estado expuestas al virus.
Estos voluntarios tuvieron que realizarse tres pruebas PCR: una al principio del estudio, otra al cuarto día y por último, al séptimo día, para confirman si habían se habían contagiado. Además, también se tomaron muestras de sangre en los días 1 y 6, después de haber estado expuestos al coronavirus.
De esta manera, los investigadores pudieron analizar los niveles de células T preexistentes inducidas por infecciones previas de Covid-19, del resfriado común que también reconocen de forma cruzada las proteínas del SARS-CoV-2.
Los investigadores se percataron de que había niveles significativamente más altos de estas células T de reacción cruzada en las 26 personas que no se infectaron, en comparación con las 26 que sí cogieron el coronavirus. Estas células T se dirigieron a las proteínas internas del virus del SRAS-CoV-2, en lugar de a la proteína de la espiga de la superficie del virus, para protegerse de la infección.
Esto supone un gran avance, porque las vacunas existentes contra el coronavirus no inducen una respuesta inmunitaria a estas proteínas internas. Es decir, que estas proteínas internas ofrecen una nueva diana vacunal que podría proporcionar una protección duradera, porque las respuestas de las células T permanecen más tiempo que las respuestas de los anticuerpos, que se reducen a los pocos meses de haber sido inoculado.
Las células T inducidas por los coronavirus del resfriado común desempeñan un papel protector contra la infección por el SARS-CoV-2
El profesor Ajit Lalvani, autor principal del estudio, ha comentado: "Nuestro estudio proporciona la prueba más clara hasta la fecha de que las células T inducidas por los coronavirus del resfriado común desempeñan un papel protector contra la infección por el SARS-CoV-2. Estas células T proporcionan protección atacando las proteínas del interior del virus, en lugar de la proteína de pico de su superficie. La proteína espiga está sometida a una intensa presión inmunitaria por parte de los anticuerpos inducidos por la vacuna, lo que impulsa la evolución de los mutantes de escape de la vacuna".
Y ha añadido: "En cambio, las proteínas internas a las que se dirigen las células T protectoras que hemos identificado mutan mucho menos. En consecuencia, están muy conservadas entre las distintas variantes del SARS-CoV-2, incluida la ómicron. Por tanto, las nuevas vacunas que incluyan estas proteínas internas conservadas inducirían respuestas de células T ampliamente protectoras que deberían proteger contra las variantes actuales y futuras del SARS-CoV-2".