Este inglés de Birmingham se encontraba en el balcón del primer piso de un restaurante de La Rambla en el momento del atentado del pasado jueves. Desde allí, vio el ataque y tras pedir a sus acompañantes que no se movieran de ahí, bajo a prestar ayuda.
"Fue instintivo. Miré a ambos lados, había cuerpos esparcidos y a mi derecha estaba el niño, en medio de la calle. Corrí directamente a él", declaró Athwal al periódico británico Mirror. "Estaba inconsciente, su pierna estaba doblada y le salía sangre de la cabeza. Sabía que era más que sangre", afirma.
"Le tomé el pulso y no tenía. Puse mi mano sobre su espalda y pensé que se había ido. Le acaricié el pelo y me llené de lágrimas, pero me quedé con él, me senté allí porque no iba a dejar a este niño en medio de la calle", asegura. Aunque la policía le reiteró varias veces que debía moverse ya que los terroristas podrían regresar, Athwal se negó a dejar al niño. "Se parecía a mi propio hijo. Era de su misma edad, unos siete u ocho años", asegura.
"Nunca vi su rostro pero me consuela saber que tenía alguien con él", recuerda Athwal, que tuvo que llamar repetidamente a los servicios de emergencia para que atendiesen al chico. "Había tanto pánico, la gente gritaba y había muchos cuerpos para atender", indica.
Posteriormente se reunió con su hermana y el resto de sus acompañantes en una farmacia donde esperaron hasta la medianoche cuando la policía llegó y les hizo marchar. Harry Athwal, que regresó a Las Ramblas para unirse al minuto de silencio, aseguró que se quedarían hasta el lunes tal como habían planeado. "Se lo debemos a Barcelona", añadió.